sábado, 19 de octubre de 2013

IMPULSO


Departamento de Policía de Central City, 29 de octubre de 2016

El joven oficial O’Hara ingresó a la oficina del comisionado. Ya llevaba más de seis meses trabajando en el departamento de Policía de Central City y aún se ponía nervioso cada vez que tenía frente a él al anciano agente.
Esa mañana en particular, los nervios se le habían multiplicado exponencialmente en su cabeza. Había hecho algo imprudente, por supuesto que sí; en su momento no había pensado en ello, había actuado por instinto, poseído por una suerte de impulso heroico. Pero ahora, con el peso de esa mirada cansada y profunda que lo observaba desde un rostro terriblemente surcado de arrugas, todo aquello en lo que se había equivocado durante el procedimiento parecía explotarle en la cara.

El chico acaba de arriesgar su vida hace poco más de unas horas y lo único que parece preocuparle es lo que yo tengo para decir. Debo ser honesto, todo este respeto me hace sentir importante, pero este chico parece que siente terror con sólo mirarme. ¿Cuándo demonios pasó eso?

-Oficial… O’Hara- dijo el comisionado con la parsimonia que hace sonar como sabios a todos los ancianos, ese tono de voz que pone en evidencia el trabajo mental excesivo que suelen hacer para escarbar un recuerdo de su memoria-. Dennis O’Hara, ¿no es así?
-A… así es, señor comisionado-. EL joven bajó la mirada, se había ruborizado y sentía cómo su corazón parecía querer salírsele del pecho; realmente ese hombre que debía rondar los noventa años metía un miedo tremendo; mirarlo directamente a los ojos era como estar parado en medio de un huracán, como ser impactado de lleno por un rayo.

Vaya, a lo que se ha reducido mi vida… A poner a raya a agentes desobedientes. Eso soy ahora, el abuelo malo. Quiero creer que al menos hago una diferencia, que aún le soy útil a la sociedad, que de alguna forma u otra le sigo presentando batalla a las injusticias. Pero, ¿a quién engaño? La única razón por la cual aún puedo hacer mi trabajo es porque esto es Central, el lugar más aburrido del planeta… En Gotham no duraría ni un segundo… Aún así, todavía hay cosas que sacuden la tranquilidad de la vieja Central, no muchas, pero la de esta mañana ha sido, cuando menos, inesperada… Y el chico ha actuado bien, más que bien, por eso debo llamarle la atención antes de que todo esto se le suba a la cabeza.

-Dennis…- desglosó el hombre, como si pensara en cada una de las letras por separado-. Dennis… “Dennis the Menace”… Eres muy joven para entender el chiste, hijo… ¿Puedo llamarte Dennis, hijito?
El anciano había pasado de la jocosa algarabía de un abuelo a la terrible seriedad de un padre. Dennis O’Hara estaba en problemas. Sí, chico… grandes, enormes problemas.
-Po… por supuesto, señor-. Le temblaba la voz.

“Señor”… Hay algo en la forma en cómo lo dice que me incomoda, no de él particularmente, sino de todos. Claro, soy un señor, no voy a discutirles eso, pero… No sé… Es algo en el tono. Es como si en vez de “señor” quisieran decirme “futuro fiambre” o algo así. “Hola, señor, ¿qué tal la vida? Bueno, eso no importa realmente, mañana tal vez amanezca muerto”. Lo reconozco, me veo más viejo de lo que se supone debería verme. Pero, ¿acaso es mi culpa?

-Oficial O’Hara…-. Un cambio de formalidad, una pausa; esto definitivamente iba mal-. Tengo entendido que esta mañana desobedeció las órdenes de un superior, poniendo en riesgo su vida, la de sus compañeros y la de un grupo considerable de civiles. ¿Qué tiene para decir al respecto?

Lo que hizo el chico es lo más valiente y estúpido que ha hecho un agente desde… bueno, desde mis días de “uniforme”.

-Señor, yo…-. Temblor de voz, sudoración; parecía imposible que ese muchachito tímido y cobarde fuese el mismo que había “hecho eso”. Cuando el anciano tomó una carpeta, extrajo un papel, se puso unos gruesos lentes y golpeó con la punta del dedo índice sobre la hoja, el espíritu de O’Hara pareció retroceder y refugiarse en la boca de su estómago-. No sé lo qué…
-Aquí está todo detallado, Dennis-. Otra vez el tono familiar; a lo mejor…-. Asalto a una joyería en la zona residencial perpetrado en plena mañana por… ¡Ah, esto sí que es una sorpresa!... Un viejo conocido que creía retirado. Leonard Snart, más conocido como el Captain Cold… La situación, a ver… ¡Ajá! La situación terminó complicándose, convirtiéndose en pocos minutos en una típica toma de rehenes, como era de esperarse…
-Sí, señor comisionado, pero…
-¡O’Hara, por favor, déjeme terminar!-. Nuevamente el golpeteo de ese dedo casi decrépito sobre el papel-. Usted fue como miembro de un escuadrón liderado por… Aquí está… Por el oficial Martínez. Su misión consistía en parapetarse fuera del local y negociar con Snart, ¿no es así? Digo, para eso llevaron con ustedes a la negociadora, me imagino…
-Sí, tiene usted toda la razón…
-¡Por supuesto que la tengo, hijo, por eso soy el comisionado! Pero sigamos con lo nuestro, ¿le parece?... ¿Y qué se supone que hizo usted, señor O’Hara? ¿Acaso siguió el plan al pie de la letra como era de esperarse? ¡Por supuesto que no!-. Un suspiro largo, una mirada por sobre los lentes, un papel que cayó sobre el escritorio-. Ni bien Snart salió a la calle, y déjeme resaltar esto, con un rehén a punta de pistola, usted, imprudentemente se arrojó a la carga sobre el sujeto, aparentemente, ignorando que la vida del rehén siempre es la prioridad. ¿Qué tienes para decir al respecto, Dennis?

Me pregunto si el chico es un valiente por naturaleza o un estúpido de primera… Sé que cuando responda tendré una idea más clara sobre eso. En cierta forma, me recuerda a mí a su edad. También era valiente y, por supuesto, estúpido. Y al igual que este muchacho, funcionaba mejor en solitario… ¿Qué se nos habrá cruzado por la cabeza cuando decidimos unirnos? Tantos egos en un solo lugar… En fin, el chico…

-Mire, señor comisionado. Sé que lo que hice fue imprudente, pero de ninguna manera creo que haya actuado mal-. De repente la seguridad necesaria como para sostener una mirada, para que la voz no se cortara a mitad de una frase-. Snart estaba con la guardia baja, debía aprovechar el factor sorpresa. Aunque usted no lo crea, soy bastante rápido. Vi la oportunidad y me lancé a ella, no lo pensé demasiado, la verdad…

Bueno… definitivamente se parece a mí. ¿Eso es bueno o malo?

-Leonard Snart tiene experiencia con tipos más rápidos que usted, hijo, créame-. La mirada se había suavizado, ya no se escondía tras los gruesos lentes-. Además, puede que esté viejo y no sea ni la mitad de supervillano de lo que era hace treinta años, pero aún así, tenía sus pistolas congelantes, eso de por sí lo vuelve potencialmente peligroso. ¿Te disparó con la pistola, no es cierto?
-No voy a mentirle, comisionado, lo hizo-. Cuánta seguridad, ahora era el todo por el todo; las cosas ya estaban mal, sólo quedaba hacerle frente a la situación-. Pero el arma falló, supongo que tuve suerte…

Sí, suerte, eso mismo pensábamos todos cada vez que volvíamos a nuestras casas después de una situación cercana a la muerte. Este chico nació muy tarde. En mi época hubiese sido de los de primera… Ahora sólo es un loquito con demasiadas agallas. ¿Acaso no éramos eso mismo todos?

-Sí, demasiada suerte, diría yo, oficial O’Hara-. Otro suspiro-. Usted no podía saber que el arma de Cold fallaría… No era su hora, eso es todo, nada especial. ¿Tiene usted una chica, joven Dennis?
-¿Eh?
-Una novia, amante, compañera de alcoba-. Un gesto indecente, algo impropio de una persona tan mayor, pero que por alguna razón al joven le pareció lo más normal del mundo-. Usted me entiende.
-Ah- sonrió nerviosamente el chico-. No, señor, no tengo a nadie.

Claro, eso clarifica un poco el panorama. Uno empieza a valorar más su vida cuando sabe que hay alguien en casa, esperándote, que tu vida ya no es sólo tuya, que la mitad de la misma le pertenece a otra persona. Y cuando uno vive dos vidas, como en nuestro caso, uno termina cediendo más, dependiendo de la suerte con mayor desesperación.

-Eso tiene sentido, oficial-. El hombre se puso de pie trabajosamente y un tanto reclinado sobre el escritorio, siguió hablando-. Un día usted tendrá a una hermosa joven esperándolo en casa, rezando por su seguridad con el corazón atravesado en la garganta. Ese día, usted pensará dos veces antes de hacer una estupidez semejante como la que hizo esta mañana. Puede retirarse, oficial.
-¿Estoy…?
-Suspendido por dos semanas- interrumpió el anciano-. Aproveche ese tiempo sabiamente. Tómese un helado. Vaya al cine. Trate de conseguir una chica. Viva, hijito, viva.
El oficial O’Hara se quedó contemplando al anciano con un dejo de ternura y algo de confusión. Entendió que en ese pequeño cuerpo arrugado recaía la responsabilidad de que cada uno de los agentes del departamento llegara sano y salvo a su hogar. Asintió con la cabeza y empezó a retirarse del despacho.
-Una cosa más, señor O’Hara- lo llamó el comisionado cuando ya casi trasponía la puerta.
-¿Sí, comisionado?
-Buen trabajo, hijo.
-Gracias, señor- volvió a asentir el joven, esta vez con una sonrisa orgullosa en el rostro, antes de abandonar la oficina.

Leonard Snart, despojado de toda su parafernalia de Captain Cold, no era más que un triste hombre gris. Sentado tras los barrotes observó cómo el comisionado se acercaba a él con paso lento, arrastrando una silla que parecía quedarle pesada. El anciano colocó el mueble frente a la celda, se sentó y clavó esos profundos ojos en su rostro.
-Creí que te habías retirado, Lenny- suspiró cansadamente el anciano, mirándolo fijamente, reja de por medio-. Sinceramente esperaba que siguieras retirado.
-Comisionado Barry Allen- sonrió el criminal, cruzándose de brazos y piernas en actitud amenazante y con aires de superioridad-. ¿O debería decir, The Flash?
-¡Uf!- bufó el hombre-. Hacía muchísimo tiempo que nadie me llamaba así, Leonard. Creo que la última vez fuiste tú también… Ya sabes, esa vez que tú y Mirror Master dedujeron mi identidad secreta e irrumpieron en mi boda, matando a Iris. Mucha clase, Leonard, mucha clase.
-¡Ya te lo he dicho, Allen!- explotó de furia el criminal, precipitándose hacia los barrotes-. ¡Eso no era parte del plan! ¡Yo no mato por placer! ¡Mirror Master…!
-Sabes que eso realmente ya no importa, digo, de quién fue la culpa y todo eso, Leonard, no a esta altura del partido. No si no puedes devolverle la vida a la persona que amas. Lo que realmente me interesa es saber por qué se te ocurrió calzarte otra vez ese ridículo traje de esquimal y asaltar una joyería.
Leonard Snart pareció sorprendido por la reacción de su antiguo rival; tanto que la agresividad lo abandonó y volvió a sentarse, esta vez con la cabeza gacha, como avergonzado por su exabrupto.
-¿No…? ¿No lo extrañas, Barry?- balbuceó tímidamente-. La adrenalina, la sangre bombeando por tus venas… ¡Dios, Allen, sé que aún eres el hombre vivo más rápido!
-Por ahora, Leonard- meneó negativamente la cabeza-. Por ahora. Pero, mírame, ¿eh? ¿Ves algo fuera de lo común en mí? Es decir, tengo cuarenta y siete años, Snart, y parezco de noventa. Supongo que ya sabrás que mis poderes vienen de algo llamado “La Fuerza de la Velocidad”. Si dedujiste tú solo mi identidad secreta, habrás investigado eso también, ¿no? Bueno, lo que nadie sabe de la fuerza de la velocidad es que una vez que entras en ella, jamás puedes salirte. Todo sucede mucho más rápido de lo normal para mí, Lenny. ¿El sexo? Una porquería… La digestión… La vida… Estoy muriendo, envejeciendo a una velocidad monstruosa sin poder hacer nada al respecto. No hay lugar para mí en este nuevo mundo. Para ninguno de nosotros, Snart. Ya no eres el Captain Cold, al menos no el que yo conocí. Fíjate en esto, tu pistola congelante falló. ¡Por el amor de Dios, Leonard! ¡Te redujo un jovencito! ¿Si extraño los viejos tiempos? No sé… Tampoco es que me importe demasiado. Nuestro tiempo pasó, supéralo.
Leonard Snart abrió la boca como para decir algo, pero la visión de ese anciano le pareció tan apagada y sincera que sólo pudo agachar más la cabeza.
-Así termina todo, ¿eh?- dijo luego, sin despegar la vista del suelo-. Si no soy más el Captain Cold y tú ya no eres Flash, entonces, dime, ¿qué somos?
-Dos ancianos viviendo tiempo prestado, Lenny-. Una sonrisa cansada y cargada de lástima escapó de esa boca surcada de arrugas-. Ruinas de un tiempo fabuloso.


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