Departamento de Policía de Central
City, 29 de octubre de 2016
El
joven oficial O’Hara ingresó a la oficina del comisionado. Ya llevaba más de
seis meses trabajando en el departamento de Policía de Central City y aún se
ponía nervioso cada vez que tenía frente a él al anciano agente.
Esa
mañana en particular, los nervios se le habían multiplicado exponencialmente en
su cabeza. Había hecho algo imprudente, por supuesto que sí; en su momento no
había pensado en ello, había actuado por instinto, poseído por una suerte de
impulso heroico. Pero ahora, con el peso de esa mirada cansada y profunda que
lo observaba desde un rostro terriblemente surcado de arrugas, todo aquello en
lo que se había equivocado durante el procedimiento parecía explotarle en la
cara.
El chico acaba de
arriesgar su vida hace poco más de unas horas y lo único que parece preocuparle
es lo que yo tengo para decir. Debo ser honesto, todo este respeto me hace
sentir importante, pero este chico parece que siente terror con sólo mirarme.
¿Cuándo demonios pasó eso?
-Oficial…
O’Hara- dijo el comisionado con la parsimonia que hace sonar como sabios a
todos los ancianos, ese tono de voz que pone en evidencia el trabajo mental
excesivo que suelen hacer para escarbar un recuerdo de su memoria-. Dennis
O’Hara, ¿no es así?
-A…
así es, señor comisionado-. EL joven bajó la mirada, se había ruborizado y
sentía cómo su corazón parecía querer salírsele del pecho; realmente ese hombre
que debía rondar los noventa años metía un miedo tremendo; mirarlo directamente
a los ojos era como estar parado en medio de un huracán, como ser impactado de
lleno por un rayo.
Vaya, a lo que se ha
reducido mi vida… A poner a raya a agentes desobedientes. Eso soy ahora, el
abuelo malo. Quiero creer que al menos hago una diferencia, que aún le soy útil
a la sociedad, que de alguna forma u otra le sigo presentando batalla a las
injusticias. Pero, ¿a quién engaño? La única razón por la cual aún puedo hacer
mi trabajo es porque esto es Central, el lugar más aburrido del planeta… En
Gotham no duraría ni un segundo… Aún así, todavía hay cosas que sacuden la
tranquilidad de la vieja Central, no muchas, pero la de esta mañana ha sido,
cuando menos, inesperada… Y el chico ha actuado bien, más que bien, por eso
debo llamarle la atención antes de que todo esto se le suba a la cabeza.
-Dennis…-
desglosó el hombre, como si pensara en cada una de las letras por separado-. Dennis…
“Dennis the Menace”… Eres muy joven para entender el chiste, hijo… ¿Puedo
llamarte Dennis, hijito?
El
anciano había pasado de la jocosa algarabía de un abuelo a la terrible seriedad
de un padre. Dennis O’Hara estaba en problemas. Sí, chico… grandes, enormes
problemas.
-Po…
por supuesto, señor-. Le temblaba la voz.
“Señor”… Hay algo en la
forma en cómo lo dice que me incomoda, no de él particularmente, sino de todos.
Claro, soy un señor, no voy a discutirles eso, pero… No sé… Es algo en el tono.
Es como si en vez de “señor” quisieran decirme “futuro fiambre” o algo así.
“Hola, señor, ¿qué tal la vida? Bueno, eso no importa realmente, mañana tal vez
amanezca muerto”. Lo reconozco, me veo más viejo de lo que se supone debería
verme. Pero, ¿acaso es mi culpa?
-Oficial
O’Hara…-. Un cambio de formalidad, una pausa; esto definitivamente iba mal-.
Tengo entendido que esta mañana desobedeció las órdenes de un superior,
poniendo en riesgo su vida, la de sus compañeros y la de un grupo considerable
de civiles. ¿Qué tiene para decir al respecto?
Lo que hizo el chico es
lo más valiente y estúpido que ha hecho un agente desde… bueno, desde mis días
de “uniforme”.
-Señor,
yo…-. Temblor de voz, sudoración; parecía imposible que ese muchachito tímido y
cobarde fuese el mismo que había “hecho eso”. Cuando el anciano tomó una
carpeta, extrajo un papel, se puso unos gruesos lentes y golpeó con la punta
del dedo índice sobre la hoja, el espíritu de O’Hara pareció retroceder y
refugiarse en la boca de su estómago-. No sé lo qué…
-Aquí
está todo detallado, Dennis-. Otra vez el tono familiar; a lo mejor…-. Asalto a
una joyería en la zona residencial perpetrado en plena mañana por… ¡Ah, esto sí
que es una sorpresa!... Un viejo conocido que creía retirado. Leonard Snart,
más conocido como el Captain Cold… La situación, a ver… ¡Ajá! La situación
terminó complicándose, convirtiéndose en pocos minutos en una típica toma de
rehenes, como era de esperarse…
-Sí,
señor comisionado, pero…
-¡O’Hara,
por favor, déjeme terminar!-. Nuevamente el golpeteo de ese dedo casi decrépito
sobre el papel-. Usted fue como miembro de un escuadrón liderado por… Aquí
está… Por el oficial Martínez. Su misión consistía en parapetarse fuera del
local y negociar con Snart, ¿no es así? Digo, para eso llevaron con ustedes a
la negociadora, me imagino…
-Sí,
tiene usted toda la razón…
-¡Por
supuesto que la tengo, hijo, por eso soy el comisionado! Pero sigamos con lo
nuestro, ¿le parece?... ¿Y qué se supone que hizo usted, señor O’Hara? ¿Acaso
siguió el plan al pie de la letra como era de esperarse? ¡Por supuesto que
no!-. Un suspiro largo, una mirada por sobre los lentes, un papel que cayó
sobre el escritorio-. Ni bien Snart salió a la calle, y déjeme resaltar esto,
con un rehén a punta de pistola, usted, imprudentemente se arrojó a la carga
sobre el sujeto, aparentemente, ignorando que la vida del rehén siempre es la
prioridad. ¿Qué tienes para decir al respecto, Dennis?
Me pregunto si el chico
es un valiente por naturaleza o un estúpido de primera… Sé que cuando responda
tendré una idea más clara sobre eso. En cierta forma, me recuerda a mí a su
edad. También era valiente y, por supuesto, estúpido. Y al igual que este
muchacho, funcionaba mejor en solitario… ¿Qué se nos habrá cruzado por la
cabeza cuando decidimos unirnos? Tantos egos en un solo lugar… En fin, el
chico…
-Mire,
señor comisionado. Sé que lo que hice fue imprudente, pero de ninguna manera
creo que haya actuado mal-. De repente la seguridad necesaria como para
sostener una mirada, para que la voz no se cortara a mitad de una frase-. Snart
estaba con la guardia baja, debía aprovechar el factor sorpresa. Aunque usted
no lo crea, soy bastante rápido. Vi la oportunidad y me lancé a ella, no lo
pensé demasiado, la verdad…
Bueno… definitivamente
se parece a mí. ¿Eso es bueno o malo?
-Leonard
Snart tiene experiencia con tipos más rápidos que usted, hijo, créame-. La
mirada se había suavizado, ya no se escondía tras los gruesos lentes-. Además,
puede que esté viejo y no sea ni la mitad de supervillano de lo que era hace
treinta años, pero aún así, tenía sus pistolas congelantes, eso de por sí lo
vuelve potencialmente peligroso. ¿Te disparó con la pistola, no es cierto?
-No
voy a mentirle, comisionado, lo hizo-. Cuánta seguridad, ahora era el todo por
el todo; las cosas ya estaban mal, sólo quedaba hacerle frente a la situación-.
Pero el arma falló, supongo que tuve suerte…
Sí, suerte, eso mismo
pensábamos todos cada vez que volvíamos a nuestras casas después de una
situación cercana a la muerte. Este chico nació muy tarde. En mi época hubiese
sido de los de primera… Ahora sólo es un loquito con demasiadas agallas. ¿Acaso
no éramos eso mismo todos?
-Sí,
demasiada suerte, diría yo, oficial O’Hara-. Otro suspiro-. Usted no podía
saber que el arma de Cold fallaría… No era su hora, eso es todo, nada especial.
¿Tiene usted una chica, joven Dennis?
-¿Eh?
-Una
novia, amante, compañera de alcoba-. Un gesto indecente, algo impropio de una
persona tan mayor, pero que por alguna razón al joven le pareció lo más normal
del mundo-. Usted me entiende.
-Ah-
sonrió nerviosamente el chico-. No, señor, no tengo a nadie.
Claro, eso clarifica un
poco el panorama. Uno empieza a valorar más su vida cuando sabe que hay alguien
en casa, esperándote, que tu vida ya no es sólo tuya, que la mitad de la misma
le pertenece a otra persona. Y cuando uno vive dos vidas, como en nuestro caso,
uno termina cediendo más, dependiendo de la suerte con mayor desesperación.
-Eso
tiene sentido, oficial-. El hombre se puso de pie trabajosamente y un tanto
reclinado sobre el escritorio, siguió hablando-. Un día usted tendrá a una
hermosa joven esperándolo en casa, rezando por su seguridad con el corazón
atravesado en la garganta. Ese día, usted pensará dos veces antes de hacer una
estupidez semejante como la que hizo esta mañana. Puede retirarse, oficial.
-¿Estoy…?
-Suspendido
por dos semanas- interrumpió el anciano-. Aproveche ese tiempo sabiamente.
Tómese un helado. Vaya al cine. Trate de conseguir una chica. Viva, hijito,
viva.
El
oficial O’Hara se quedó contemplando al anciano con un dejo de ternura y algo
de confusión. Entendió que en ese pequeño cuerpo arrugado recaía la
responsabilidad de que cada uno de los agentes del departamento llegara sano y
salvo a su hogar. Asintió con la cabeza y empezó a retirarse del despacho.
-Una
cosa más, señor O’Hara- lo llamó el comisionado cuando ya casi trasponía la
puerta.
-¿Sí,
comisionado?
-Buen
trabajo, hijo.
-Gracias,
señor- volvió a asentir el joven, esta vez con una sonrisa orgullosa en el
rostro, antes de abandonar la oficina.
Leonard
Snart, despojado de toda su parafernalia de Captain Cold, no era más que un
triste hombre gris. Sentado tras los barrotes observó cómo el comisionado se
acercaba a él con paso lento, arrastrando una silla que parecía quedarle
pesada. El anciano colocó el mueble frente a la celda, se sentó y clavó esos
profundos ojos en su rostro.
-Creí
que te habías retirado, Lenny- suspiró cansadamente el anciano, mirándolo
fijamente, reja de por medio-. Sinceramente esperaba que siguieras retirado.
-Comisionado
Barry Allen- sonrió el criminal, cruzándose de brazos y piernas en actitud
amenazante y con aires de superioridad-. ¿O debería decir, The Flash?
-¡Uf!-
bufó el hombre-. Hacía muchísimo tiempo que nadie me llamaba así, Leonard. Creo
que la última vez fuiste tú también… Ya sabes, esa vez que tú y Mirror Master
dedujeron mi identidad secreta e irrumpieron en mi boda, matando a Iris. Mucha
clase, Leonard, mucha clase.
-¡Ya
te lo he dicho, Allen!- explotó de furia el criminal, precipitándose hacia los
barrotes-. ¡Eso no era parte del plan! ¡Yo no mato por placer! ¡Mirror Master…!
-Sabes
que eso realmente ya no importa, digo, de quién fue la culpa y todo eso,
Leonard, no a esta altura del partido. No si no puedes devolverle la vida a la
persona que amas. Lo que realmente me interesa es saber por qué se te ocurrió
calzarte otra vez ese ridículo traje de esquimal y asaltar una joyería.
Leonard
Snart pareció sorprendido por la reacción de su antiguo rival; tanto que la
agresividad lo abandonó y volvió a sentarse, esta vez con la cabeza gacha, como
avergonzado por su exabrupto.
-¿No…?
¿No lo extrañas, Barry?- balbuceó tímidamente-. La adrenalina, la sangre
bombeando por tus venas… ¡Dios, Allen, sé que aún eres el hombre vivo más
rápido!
-Por
ahora, Leonard- meneó negativamente la cabeza-. Por ahora. Pero, mírame, ¿eh?
¿Ves algo fuera de lo común en mí? Es decir, tengo cuarenta y siete años,
Snart, y parezco de noventa. Supongo que ya sabrás que mis poderes vienen de
algo llamado “La Fuerza de la Velocidad”. Si dedujiste tú solo mi identidad
secreta, habrás investigado eso también, ¿no? Bueno, lo que nadie sabe de la
fuerza de la velocidad es que una vez que entras en ella, jamás puedes salirte.
Todo sucede mucho más rápido de lo normal para mí, Lenny. ¿El sexo? Una
porquería… La digestión… La vida… Estoy muriendo, envejeciendo a una velocidad
monstruosa sin poder hacer nada al respecto. No hay lugar para mí en este nuevo
mundo. Para ninguno de nosotros, Snart. Ya no eres el Captain Cold, al menos no
el que yo conocí. Fíjate en esto, tu pistola congelante falló. ¡Por el amor de
Dios, Leonard! ¡Te redujo un jovencito! ¿Si extraño los viejos tiempos? No sé…
Tampoco es que me importe demasiado. Nuestro tiempo pasó, supéralo.
Leonard
Snart abrió la boca como para decir algo, pero la visión de ese anciano le
pareció tan apagada y sincera que sólo pudo agachar más la cabeza.
-Así
termina todo, ¿eh?- dijo luego, sin despegar la vista del suelo-. Si no soy más
el Captain Cold y tú ya no eres Flash, entonces, dime, ¿qué somos?
-Dos
ancianos viviendo tiempo prestado, Lenny-. Una sonrisa cansada y cargada de
lástima escapó de esa boca surcada de arrugas-. Ruinas de un tiempo fabuloso.
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