lunes, 11 de noviembre de 2013

Tierra-2: La búsqueda



1
Invasión

UNO
Tundra de Cetonia.
Es de noche, el viento frío acarrea la nieve de la tundra cetonesa. En el medio de ese inmenso y estéril manto blanco se levanta una torre metálica, aún más fría que el clima, una mole carente de alma, el triunfo de la ciencia sobre la naturaleza. Sus múltiples ventanas brillan con las luces del interior; ojos rectangulares y estáticos, ojos de muertos. Fuera, custodiando la entrada principal, están apostados dos centinelas, vestidos con los genéricos uniformes de la Zigmund Company, enterizos negros con el logotipo de la empresa dentro de un círculo rojo impreso sobre sus pechos. Con tan escasa ropa se esperaría que sintieran frío, pero claro, los cyborgs no tienen frío. Con casi el sesenta por ciento de sus cuerpos compuestos por prótesis metálicas, sus sistemas nerviosos ya no perciben conceptos humanos como “temperatura”. No obstante, hay otros pensamientos humanos que persisten aún después de “la mejora” (así llaman los científicos e ingenieros de la compañía al proceso de suplantar las partes orgánicas por elementos sintéticos cibernéticos); el tedio es algo que sobrevive en muchos de los soldados. Allí, sosteniendo dos ametralladoras, estos dos guardianes ven las horas sucederse con la monotonía que supone su inútil tarea.
-Nada de esto tiene sentido alguno- dice de pronto uno de ellos con una voz sorprendentemente humana, revelando que aún posee un aparato de fonación biológico-. No lo tenía hace siete horas. Seguirá sin tenerlo dentro de doce.
-¿A qué te refieres?- pregunta el otro, más artificial, menos humano.
-A que estamos en medio de la nada- señala el primero con un suspiro-. Cetonia es una tumba helada. Nadie en su sano jui…
De pronto el sonido de alarma dentro de sus cabezas (uno de los tantos regalos de “la mejora”).
-Forma de vida orgánica detectada- informa el menos humano-. Determinando posición. Posición localizada. El sujeto se acerca hacia nosotros. Determinando naturaleza del sujeto.
-¿Qué demonios?...
Lo ven acercarse, una especie de hombre vestido con un overol de jeans sobre su piel de color anaranjado, va descalzo sobre el helado terreno, caminando graciosamente como si el clima no lo afectara. En la cabeza lleva un peculiar casco, una escafandra con antenas de un material plateado.
-Naturaleza alienígena- continúa el centinela, acariciando nerviosamente su arma de fuego-. Buscando identidad del sujeto mediante conexión al archivo central. Conexión establecida. Buscando…
-¡Eh! ¡Quieto ahí!- grita el otro centinela-. ¡Está usted entrando a propiedad privada, amigo! ¡Tengo autorización de aplicar fuerza letal sobre cualquier intruso y no dudaré en hacerlo! ¡¿Me oye?!
-Identidad del sujeto comprobada. Übermensch conocido como Space Orange Boy. Habilidades: resistencia física sobrehumana, capacidad de alterar su tamaño, peso, masa y volumen. Inteligencia equivalente a la de un humano regular de dos años de edad. Nivel de amenaza: uno punto cinco. Iniciando protocolo de neutralización. Ejecutar.
-¡Quieto!-. El soldado se vuelve a mirar a su compañero, éste asiente con la cabeza y el primero imita el gesto-. ¡Hora de morir, zoquete!
Un destello furioso ilumina la noche y el sonido repetitivo de las balas produce una sinfonía absurda. Una lluvia de plomo impacta contra el intruso al tiempo que una nube de polvo con olor a pólvora se eleva hasta perderse en el éter.
Entonces los guardianes descubren algo: no sólo el tedio persiste después de ser sometidos a las operaciones, también lo hace el terror. Al menos eso cree estar sintiendo el más humano de los dos soldados al ver que la criatura a la que creían haber acribillado se mantiene en pie, aplaudiendo, saltando y riendo estrepitosamente. Sólo han dañado su ropa. El miedo recién empieza. Para cuando la criatura crece hasta alcanzar un tamaño cercano al de la torre misma, ambos cyborgs se reconocen más humanos que nunca.
De pronto dos inmensas manos rodean sus cinturas y los elevan por los aires. Uno de ellos grita, el otro farfulla de manera indefinida y mecánica la palabra “error”. La criatura los golpea uno contra el otro, los sacude, y en ningún momento deja de sonreír. Se escucha una explosión en una de las ventanas superiores y antes de morir a uno de los centinelas se le presenta una revelación. Todo esto no ha sido más que una distracción. Alguien más ha invadido la fortaleza impenetrable de la Zigmund Company. Una carcajada que antecede a un nuevo golpe, esta vez contra el suelo helado, de un frío para ellos imperceptible. “Error”. Las luces se apagan. La criatura se sienta y juega alegremente con sus muñecos rotos.

DOS
En el interior, un ejército de cyborgs ve cómo dos hombres destrozan el vidrio de una de las ventanas e ingresan de un salto a la torre. Uno de ellos es un sujeto de unos cuarenta y tantos años, de rostro fiero y largos bigotes; lleva las orejas perforadas y con discos lobulares negros, un pañuelo morado con un Jolly Rogers blanco estampado en él le adorna la cabeza. El otro invasor es un hombre calvo de rostro anguloso y unos cuantos años menos, lleva sobre las espaldas y sostenido por correas un pequeño ataúd. Ambos están vestidos con gruesos abrigos como para soportar el agresivo clima de Cetonia. Al encontrarse con la multitud de ojos que los observan, se dedican una mirada el uno al otro y sonríen mientras asienten con las cabezas.
-Amenaza übermensch detectada- dice una voz artificial en algún lugar-. Ejecutar protocolo de neutralización.
-Ve y encuéntralo- le dice el calvo a su compañero-. Yo me encargo de estos pelmazos.
-Confío en que así será. Si tienes problemas, no dudes en usarlo- dice el otro, señalando hacia el ataúd para luego darle la espalda a su compañero y echarse a correr hacia los enemigos. Cuando parece que va a impactar contra ellos, su cuerpo se transmuta a una forma líquida, se escabulle entre los pequeños espacios y vuelve a asumir su forma sólida una vez sorteados los obstáculos.
Los cyborgs, confundidos, se miran entre sí. Un grupo se resuelve a seguir al fugitivo, los otros centran su atención en el que ha quedado atrás; éste les sonríe con visible altanería.
-¿Listos para jugar, chicos?- pregunta el calvo, dejando caer el ataúd al suelo (que golpea pesadamente; de su interior parece emerger algo similar a un grito) junto con su abrigo, revelando que debajo lleva un traje casi idéntico al de los soldados, sólo que sin insignia que lo identifique-. Pues juguemos entonces.
El que ha quedado adopta una postura de combate y pronto se ve rodeado por un gran número de híbridos tecno-orgánicos. “Qué mal”, piensa, “esto es injusto… para ellos.”
TRES
-Sujeto identificado-. Otra vez la voz-. Humano modificado genéticamente. Nombre real: desconocido. Nombre clave: Changing Tim. Habilidad: metamorfo. Nivel de amenaza: dos.
-¡¿Dos, de verdad?!- suspira ofuscado el calvo-. ¡Qué mal! ¡Creí que ustedes sabrían mi verdadero nombre y…!
¡Zas! Alguien lo ha atacado con un objeto cortante, apenas ha logrado esquivarlo. Le han abierto una herida poco profunda en la mejilla, la sangre tibia se escapa. Ve a su atacante, en vez de mano derecha ostenta un sable de metal. Paneo rápido. Ninguno lleva armas de fuego, quizá para evitar daños estructurales innecesarios. Mejor. Más a su favor. Tiempo de hacer su gracia.
-Eso no fue muy amable, muñeco-. Los ojos se le vuelven rojos, está enfadado-. ¡No fue para nada amable!
Su cuerpo crece en tamaño y musculatura, su rostro cambia completamente. Ahora mide aproximadamente dos metros y medio y su cabeza ya no es humana, sino de águila. Lanza un grito furioso, un par de cyborgs chisporrotean; la frecuencia ha dañado sus circuitos. Los que aún se mantienen en pie se abalanzan sobre él, lo rodean. Logra dominar a unos cuantos, pero no tarda en reconocer que aún con sus poderes lo superan en fuerza. Muy a su pesar llega a la conclusión de que para equilibrar las cosas de “usarlo”. Se dirige hacia el ataúd y retira una tira de papel que está adherida a la tapa y que ostenta unos símbolos extraños; la tapa del cajón sale disparada por los aires y una figura de baja estatura emerge del interior.
Los cyborgs lo miran, una especie de hombre pequeño, de ojos raros y cabellos parados… Viste una gabardina negra sobre una remera negra, pantalones de cuero y unas botas de caña alta, todo en tonos oscuros. Sus manos están enguantadas y en el cuello se puede ver un collar lleno de espinas. Este particular individuo sonríe y deja al descubierto dos largos y afilados colmillos.
-¡Aquiiiiiiiiiií está Otsu!- grita, señalando a los cyborgs con el dedo índice de su mano derecha.
La criatura con rostro de águila lo mira y menea negativamente la cabeza. Suspira. Realmente no quería llegar a eso.

CUATRO
-Sujeto identificado: vampiro-. Informa la voz mecánica-. Nombre real: Otsu Nikteros IV. Habilidades: reflejos aumentados, fuerza sobrehumana, manipulación de animales. Nivel de amenaza: dos punto cinco.
-¡Dos punto cinco!- exclama enojado el vampiro-. ¡¿Quién demonios les ha estado actualizando el archivo?! ¡Debo ser al menos un once!... En fin, ¡al menos le gané al pelón!
-Concéntrate-  lo reprime el mutante-. Estamos aquí por algo importante.
-¡Hey, no me digas lo que tengo que hacer!- grita enfurecido el otro-. ¡Soy el personaje más genial de esta historia! ¡Lo sabes! ¡Todos aman a los vampiros!
-Bueno- se encoge de hombros Changing Tim-, para ser honestos, a mí me hubiese gustado más que Bella se quedara con Jacob; la trataba mejor, ¿sabes?
-Eliminar intrusos-. La voz los devuelve a la realidad y evita un enfrentamiento entre ellos.
Ahora son dos. Son rápidos. Son letales. Destrozan a los cyborgs sin piedad, con placer, en un estallar de violencia, algo animal. Pronto sólo quedan despojos de carne y metal, sangre mezclada con aceite.
-¡Qué desperdicio!- exclama Otsu mientras patea una cabeza cercenada-. ¡No puedo alimentarme de estas cosas!
-Rápido, debemos reunirnos con el pirata-. Changing Tim vuelve rápidamente a su forma humana,  se coloca el abrigo y se calza el ataúd sobre la espalda.
-¡Ni se te ocurra que voy a volver ahí, amigo, acabo de salir!- protesta el vampiro.
-No lo hagas- otra vez se encoge de hombros el mutante, luego le muestra el papel en su mano, ese, el de los símbolos extraños-. Pero recuerda cómo son las cosas.
-¡Maldito cabeza de rodilla!- grita enfurecido el pequeño vampiro-. ¡Uno de estos días recuperaré mi libertad y tú y ese Village People de segunda serán mi plato principal y mi postre!
-Andando- sonríe Tim, a veces Otsu resulta muy gracioso.

CINCO
-Sujeto identificado: humano místico.
El pirata se mueve con gracia. Cambia su forma de líquida a sólida según sus necesidades. Los cyborgs empiezan a desconcertarse. No saben qué hacer con él. Parece imparable. No deja de avanzar.
-Nombre: Ronan Upton. Nombre Clave: Almost Forgotten Pirate (AFP). Habilidades: Licuefacción…
Quieren dañarlo y su cuerpo es de agua.
-… manipulación de la realidad…
Se vuelve sólido y en sus manos se materializan espadas. Los rebana como si fueran de papel.
Lo hace bien. Es un experto. Aún así, los soldados de la Zigmund Company tienen sus trucos. Son muchos, se las ingenian. Uno ha logrado acercarse por atrás sin que el pirata lo notara. Para cuando el hombre se percata del hecho, ya es demasiado tarde. El frío del acero le atraviesa la espalda hasta salirle por el pecho. No hay tiempo de volverse líquido. Sus manos tiemblan, deja caer las espadas, éstas desaparecen antes de tocar el suelo, se desploma pesadamente sobre los escalones, a medio camino de aquello que había venido a buscar. Siente que se le nubla la visión. Y luego nada…
-¡Ahí tienes, maldito chorro de agua!- grita jubiloso quien le ha acertado el golpe falta; del filo de su arma aún gotea la espesa sangre del pirata-. ¡Objetivo neutralizado!
Todos comienzan a vitorear. Han derrotado a uno de los enemigos, al imposible, los demás serán pan comido. Es una fiesta. Pero la fiesta dura poco. Un centenar de espadas se materializa de la nada para atacar a los soldados. Están muertos antes de comprender la verdad.
El pirata se pone lentamente de pie. La herida en su cuerpo ha desaparecido al igual que las espadas asesinas. De no ser por el hueco en sus ropajes y los cuerpos destrozados a sus pies, es como si nada hubiese pasado.
-… inmortalidad- continúa la voz-. Nivel de amenaza: tres.
-Tres- repite el pirata mientras ve llegar a Changing Tim y a Otsu. Les levanta la mano y les dedica una sonrisa.
-Creí que ya lo tendrías contigo- señala Changing Tim.
.Sí, bueno, tuve unas pequeñas complicaciones- responde el pirata, tocándose el hueco en la tela-. Veo que tuviste que sacar a la alimaña- señala jocosamente, apuntando con el dedo índice hacia Otsu.
-¡Estúpido lago bípedo!- insulta el vampiro-. ¡Uno de estos días voy a hacer una sopa contigo!
El pirata sonríe, se vuelva a observar a una puerta cerrada al final de la escalera.
-Está allí- informa.
-¿Entonces qué esperamos?- pregunta el mutante.
-¡A por él!- grita Otsu, empujando a los otros y adelantándose.

SEIS
Dentro de la habitación, un pequeño robot plateado y con botones rojos en su pecho va y viene frente a una inmensa computadora. Aprieta botones, jala palancas, examina el monitor. Si un robot es capaz de estar preocupado, éste definitivamente lo está.
-¡Refuerzos!- grita al micrófono mientras observa la pantalla-. ¡Refuerzos! ¡Ejecutar programa de preservación! ¡Objetivo primordial: unidad de almacenamiento de datos número sesenta y siente, Camera!-. Pero nadie viene. El monitor sólo muestra restos cibernéticos. Los intrusos están cada vez más cerca. Pronto llegarán hasta él. Es inevitable. Pero este es un robot complejo, a pesar de su simple diseño que lo hace parecer una batería con extremidades y cabeza. Casi tan complejo como un ser humano. Tiene esperanzas. Esperanzas inútiles-. ¡Refuerzos! ¡Refuerzos!-. Escucha los pasos subiendo por los escalones. Siente miedo. Es un robot de lo más complejo, sí señor. Los oye y sabe que las cosas no están bien-. ¡Refuerzos! ¡Ejecutar programa de preservación!-. Escucha los golpes detrás de la puerta, cómo ceden los goznes. Sabe que está perdido. Cuando la puerta finalmente cae y los tres sujetos ingresan, se reafirma su condenación. Se encuentra deseando que lo hubiesen construido como un robot de combate. Se encuentra deseando no desear nada en absoluto. Por primera vez desde su creación, le gustaría ser menos humano, más insensible. Si pudiera transpirar, lo haría. Tiene miedo-. Alguien…
-Hola, muñeco- saluda el calvo, los otros dos lo contemplan al robot con expresiones taimadas.

SIETE
Se miran. Se estudian. El pirata da un par de pasos, el robot retrocede hasta quedar pegada su espalda contra la inmensa computadora. El hombre sonríe. Tras él, el sujeto calvo se cruza de brazos y el de los pelos puntiagudos se pasa el pulgar a la altura del cuello en señal de amenaza.
-Estamos buscando algo- informa de pronto el pirata-. Si colaboras con nosotros, todo será mucho más fácil.
-No… no sé cuáles sean sus intenciones- balbucea el robot, sonando cada vez más humano, como si fuera un niño asustado-. Pero les advierto que si le hacen algo a esta computadora habrá serias consecuencias.
-¿Y cuáles serían esas consecuencias, R2?- pregunta el vampiro sarcásticamente-. ¿Mojarás tus pantalones con aceite?... Momento, ¡ese chiste no sirve! ¡Ni siquiera tienes pantalones, bastardo!
-Bu… bueno… yo…-. Más balbuceo.
-Como sea, no vinimos aquí por la computadora- intercede el calvo-. Sería un tanto incómoda para transportar por ahí incluso para nosotros, ¿no lo crees?
-Entonces…
-Hemos venido por ti, unidad de almacenamiento de datos número sesenta y siete-. La voz del pirata tiene un timbre similar al de un trueno solitario que corta la noche más oscura-. Camera, ¿no es así?
-A… - su sistema integrado le indica que el pánico está próximo a dominarlo. Quiere encontrar una solución a su predicamento, pero lo han programado para ser tan humano que sus comandos tropiezan unos con otros. “Estamosjodidos.exe”-. ¡¿A mí?! ¡¿De qué podría…?!
-Dicen que eres la base de datos portátil más completa de todo el mundo- dice Changing Tim-. Algo así como una Wikipedia con patas. También dicen que eres un radar de rango “S”, capaz de localizar cualquier cosa en cualquier parte.
-¿En serio?- pregunta Otsu, sin dejar de mirar al robot-.  Para mí parece un cesto de basura. ¿La princesa Leia no andará por aquí, no, amiguito?
-Yo… yo no tengo idea de lo que se proponen, pero…
-Es sencillo- interrumpe el pirata-. Queremos que viajes con nosotros. Necesitamos que nos ayudes a encontrar a Wizard X. Podemos hacer esto por las buenas o… bueno- se encoge de hombros-, digamos que es preferible que lo hagamos por las buenas.
¿Wizard X? ¿Será posible? ¡Por el Grandísimo 010101! ¡Estos tipos realmente tienen quemado el procesador!
-Mi… miren, amigos-. No son sus amigos, lo sabe, pero es lo único que se le ocurre, los demás vocativos parecen habérsele encriptado-. No quiero desilusionarlos, pero…
¡Crash! Un terrible golpe sacude la torre. El robot se voltea en la dirección en la que ha tenido lugar el impacto y contempla con horror que un inmenso puño ha abierto un agujero en la pared. La mano se retira y una monstruosa cabeza encasquetada se asoma y llena el recinto con una risa infantil.
-¡Por todos los Santos Software de Microsoft!- se sobresalta el robot e inmediatamente siente cómo el pirata lo toma por la cintura y lo acomoda entre su axila y sus caderas, formando un arco con el brazo-. ¡¿Qué…?!
-Parece que no te quedan muchas opciones, amiguito- señala el pirata, sonriendo. Se vuelve hacia los otros-. ¡Andando! ¡Salimos para ver al mago, Hombre de Hojalata![1]
La gigantesca mano vuelve a aparecer; una palma extendida recibe a los tres hombres y al robot cautivo. Es de noche, el viento frío acarrea la nieve en la tundra cetonesa. Hubo una invasión. Comienza una aventura.
OCHO
Mientras el robot es cargado en una especie de galeón-nave interdimensional, no muy lejos de ahí (lo suficiente como para ser testigo sin ser detectado), una especie de cabina telefónica azul aparece. Dos figuras la abandonan, hombres de una Tierra diferente. Ven a la nave de los otros desaparecer en el espacio que une a todos los Universos.
Uno de ellos frunce el entrecejo.
-¿Deberíamos informar al Alto Consejo?- pregunta aquel que parece demostrar cierto dejo de preocupación; su nombre es Nicolás Galantini.
-No- responde lacónicamente el otro, el que responde al nombre de Víctor Sánchez-. Aún no. Dejemos que las cosas fluyan. A lo mejor nos lleven a algún lugar interesante.
-De acuerdo- asintió el otro, aunque no parecía muy convencido-. A lo mejor… a lo mejor la próxima vez podamos ver a Flash, ¿no?
-Sí, puede ser- suspiró el muchacho-. Miles de millones de universos y nunca nos cruzamos con ningún Flash.
Se volvieron hacia la cabina telefónica, entraron, y desaparecieron ellos también entre las caóticas ondas de todas las existencias.


[1] “We’re off to see the Wizard”, canción del Mago de Oz.

sábado, 19 de octubre de 2013

IMPULSO


Departamento de Policía de Central City, 29 de octubre de 2016

El joven oficial O’Hara ingresó a la oficina del comisionado. Ya llevaba más de seis meses trabajando en el departamento de Policía de Central City y aún se ponía nervioso cada vez que tenía frente a él al anciano agente.
Esa mañana en particular, los nervios se le habían multiplicado exponencialmente en su cabeza. Había hecho algo imprudente, por supuesto que sí; en su momento no había pensado en ello, había actuado por instinto, poseído por una suerte de impulso heroico. Pero ahora, con el peso de esa mirada cansada y profunda que lo observaba desde un rostro terriblemente surcado de arrugas, todo aquello en lo que se había equivocado durante el procedimiento parecía explotarle en la cara.

El chico acaba de arriesgar su vida hace poco más de unas horas y lo único que parece preocuparle es lo que yo tengo para decir. Debo ser honesto, todo este respeto me hace sentir importante, pero este chico parece que siente terror con sólo mirarme. ¿Cuándo demonios pasó eso?

-Oficial… O’Hara- dijo el comisionado con la parsimonia que hace sonar como sabios a todos los ancianos, ese tono de voz que pone en evidencia el trabajo mental excesivo que suelen hacer para escarbar un recuerdo de su memoria-. Dennis O’Hara, ¿no es así?
-A… así es, señor comisionado-. EL joven bajó la mirada, se había ruborizado y sentía cómo su corazón parecía querer salírsele del pecho; realmente ese hombre que debía rondar los noventa años metía un miedo tremendo; mirarlo directamente a los ojos era como estar parado en medio de un huracán, como ser impactado de lleno por un rayo.

Vaya, a lo que se ha reducido mi vida… A poner a raya a agentes desobedientes. Eso soy ahora, el abuelo malo. Quiero creer que al menos hago una diferencia, que aún le soy útil a la sociedad, que de alguna forma u otra le sigo presentando batalla a las injusticias. Pero, ¿a quién engaño? La única razón por la cual aún puedo hacer mi trabajo es porque esto es Central, el lugar más aburrido del planeta… En Gotham no duraría ni un segundo… Aún así, todavía hay cosas que sacuden la tranquilidad de la vieja Central, no muchas, pero la de esta mañana ha sido, cuando menos, inesperada… Y el chico ha actuado bien, más que bien, por eso debo llamarle la atención antes de que todo esto se le suba a la cabeza.

-Dennis…- desglosó el hombre, como si pensara en cada una de las letras por separado-. Dennis… “Dennis the Menace”… Eres muy joven para entender el chiste, hijo… ¿Puedo llamarte Dennis, hijito?
El anciano había pasado de la jocosa algarabía de un abuelo a la terrible seriedad de un padre. Dennis O’Hara estaba en problemas. Sí, chico… grandes, enormes problemas.
-Po… por supuesto, señor-. Le temblaba la voz.

“Señor”… Hay algo en la forma en cómo lo dice que me incomoda, no de él particularmente, sino de todos. Claro, soy un señor, no voy a discutirles eso, pero… No sé… Es algo en el tono. Es como si en vez de “señor” quisieran decirme “futuro fiambre” o algo así. “Hola, señor, ¿qué tal la vida? Bueno, eso no importa realmente, mañana tal vez amanezca muerto”. Lo reconozco, me veo más viejo de lo que se supone debería verme. Pero, ¿acaso es mi culpa?

-Oficial O’Hara…-. Un cambio de formalidad, una pausa; esto definitivamente iba mal-. Tengo entendido que esta mañana desobedeció las órdenes de un superior, poniendo en riesgo su vida, la de sus compañeros y la de un grupo considerable de civiles. ¿Qué tiene para decir al respecto?

Lo que hizo el chico es lo más valiente y estúpido que ha hecho un agente desde… bueno, desde mis días de “uniforme”.

-Señor, yo…-. Temblor de voz, sudoración; parecía imposible que ese muchachito tímido y cobarde fuese el mismo que había “hecho eso”. Cuando el anciano tomó una carpeta, extrajo un papel, se puso unos gruesos lentes y golpeó con la punta del dedo índice sobre la hoja, el espíritu de O’Hara pareció retroceder y refugiarse en la boca de su estómago-. No sé lo qué…
-Aquí está todo detallado, Dennis-. Otra vez el tono familiar; a lo mejor…-. Asalto a una joyería en la zona residencial perpetrado en plena mañana por… ¡Ah, esto sí que es una sorpresa!... Un viejo conocido que creía retirado. Leonard Snart, más conocido como el Captain Cold… La situación, a ver… ¡Ajá! La situación terminó complicándose, convirtiéndose en pocos minutos en una típica toma de rehenes, como era de esperarse…
-Sí, señor comisionado, pero…
-¡O’Hara, por favor, déjeme terminar!-. Nuevamente el golpeteo de ese dedo casi decrépito sobre el papel-. Usted fue como miembro de un escuadrón liderado por… Aquí está… Por el oficial Martínez. Su misión consistía en parapetarse fuera del local y negociar con Snart, ¿no es así? Digo, para eso llevaron con ustedes a la negociadora, me imagino…
-Sí, tiene usted toda la razón…
-¡Por supuesto que la tengo, hijo, por eso soy el comisionado! Pero sigamos con lo nuestro, ¿le parece?... ¿Y qué se supone que hizo usted, señor O’Hara? ¿Acaso siguió el plan al pie de la letra como era de esperarse? ¡Por supuesto que no!-. Un suspiro largo, una mirada por sobre los lentes, un papel que cayó sobre el escritorio-. Ni bien Snart salió a la calle, y déjeme resaltar esto, con un rehén a punta de pistola, usted, imprudentemente se arrojó a la carga sobre el sujeto, aparentemente, ignorando que la vida del rehén siempre es la prioridad. ¿Qué tienes para decir al respecto, Dennis?

Me pregunto si el chico es un valiente por naturaleza o un estúpido de primera… Sé que cuando responda tendré una idea más clara sobre eso. En cierta forma, me recuerda a mí a su edad. También era valiente y, por supuesto, estúpido. Y al igual que este muchacho, funcionaba mejor en solitario… ¿Qué se nos habrá cruzado por la cabeza cuando decidimos unirnos? Tantos egos en un solo lugar… En fin, el chico…

-Mire, señor comisionado. Sé que lo que hice fue imprudente, pero de ninguna manera creo que haya actuado mal-. De repente la seguridad necesaria como para sostener una mirada, para que la voz no se cortara a mitad de una frase-. Snart estaba con la guardia baja, debía aprovechar el factor sorpresa. Aunque usted no lo crea, soy bastante rápido. Vi la oportunidad y me lancé a ella, no lo pensé demasiado, la verdad…

Bueno… definitivamente se parece a mí. ¿Eso es bueno o malo?

-Leonard Snart tiene experiencia con tipos más rápidos que usted, hijo, créame-. La mirada se había suavizado, ya no se escondía tras los gruesos lentes-. Además, puede que esté viejo y no sea ni la mitad de supervillano de lo que era hace treinta años, pero aún así, tenía sus pistolas congelantes, eso de por sí lo vuelve potencialmente peligroso. ¿Te disparó con la pistola, no es cierto?
-No voy a mentirle, comisionado, lo hizo-. Cuánta seguridad, ahora era el todo por el todo; las cosas ya estaban mal, sólo quedaba hacerle frente a la situación-. Pero el arma falló, supongo que tuve suerte…

Sí, suerte, eso mismo pensábamos todos cada vez que volvíamos a nuestras casas después de una situación cercana a la muerte. Este chico nació muy tarde. En mi época hubiese sido de los de primera… Ahora sólo es un loquito con demasiadas agallas. ¿Acaso no éramos eso mismo todos?

-Sí, demasiada suerte, diría yo, oficial O’Hara-. Otro suspiro-. Usted no podía saber que el arma de Cold fallaría… No era su hora, eso es todo, nada especial. ¿Tiene usted una chica, joven Dennis?
-¿Eh?
-Una novia, amante, compañera de alcoba-. Un gesto indecente, algo impropio de una persona tan mayor, pero que por alguna razón al joven le pareció lo más normal del mundo-. Usted me entiende.
-Ah- sonrió nerviosamente el chico-. No, señor, no tengo a nadie.

Claro, eso clarifica un poco el panorama. Uno empieza a valorar más su vida cuando sabe que hay alguien en casa, esperándote, que tu vida ya no es sólo tuya, que la mitad de la misma le pertenece a otra persona. Y cuando uno vive dos vidas, como en nuestro caso, uno termina cediendo más, dependiendo de la suerte con mayor desesperación.

-Eso tiene sentido, oficial-. El hombre se puso de pie trabajosamente y un tanto reclinado sobre el escritorio, siguió hablando-. Un día usted tendrá a una hermosa joven esperándolo en casa, rezando por su seguridad con el corazón atravesado en la garganta. Ese día, usted pensará dos veces antes de hacer una estupidez semejante como la que hizo esta mañana. Puede retirarse, oficial.
-¿Estoy…?
-Suspendido por dos semanas- interrumpió el anciano-. Aproveche ese tiempo sabiamente. Tómese un helado. Vaya al cine. Trate de conseguir una chica. Viva, hijito, viva.
El oficial O’Hara se quedó contemplando al anciano con un dejo de ternura y algo de confusión. Entendió que en ese pequeño cuerpo arrugado recaía la responsabilidad de que cada uno de los agentes del departamento llegara sano y salvo a su hogar. Asintió con la cabeza y empezó a retirarse del despacho.
-Una cosa más, señor O’Hara- lo llamó el comisionado cuando ya casi trasponía la puerta.
-¿Sí, comisionado?
-Buen trabajo, hijo.
-Gracias, señor- volvió a asentir el joven, esta vez con una sonrisa orgullosa en el rostro, antes de abandonar la oficina.

Leonard Snart, despojado de toda su parafernalia de Captain Cold, no era más que un triste hombre gris. Sentado tras los barrotes observó cómo el comisionado se acercaba a él con paso lento, arrastrando una silla que parecía quedarle pesada. El anciano colocó el mueble frente a la celda, se sentó y clavó esos profundos ojos en su rostro.
-Creí que te habías retirado, Lenny- suspiró cansadamente el anciano, mirándolo fijamente, reja de por medio-. Sinceramente esperaba que siguieras retirado.
-Comisionado Barry Allen- sonrió el criminal, cruzándose de brazos y piernas en actitud amenazante y con aires de superioridad-. ¿O debería decir, The Flash?
-¡Uf!- bufó el hombre-. Hacía muchísimo tiempo que nadie me llamaba así, Leonard. Creo que la última vez fuiste tú también… Ya sabes, esa vez que tú y Mirror Master dedujeron mi identidad secreta e irrumpieron en mi boda, matando a Iris. Mucha clase, Leonard, mucha clase.
-¡Ya te lo he dicho, Allen!- explotó de furia el criminal, precipitándose hacia los barrotes-. ¡Eso no era parte del plan! ¡Yo no mato por placer! ¡Mirror Master…!
-Sabes que eso realmente ya no importa, digo, de quién fue la culpa y todo eso, Leonard, no a esta altura del partido. No si no puedes devolverle la vida a la persona que amas. Lo que realmente me interesa es saber por qué se te ocurrió calzarte otra vez ese ridículo traje de esquimal y asaltar una joyería.
Leonard Snart pareció sorprendido por la reacción de su antiguo rival; tanto que la agresividad lo abandonó y volvió a sentarse, esta vez con la cabeza gacha, como avergonzado por su exabrupto.
-¿No…? ¿No lo extrañas, Barry?- balbuceó tímidamente-. La adrenalina, la sangre bombeando por tus venas… ¡Dios, Allen, sé que aún eres el hombre vivo más rápido!
-Por ahora, Leonard- meneó negativamente la cabeza-. Por ahora. Pero, mírame, ¿eh? ¿Ves algo fuera de lo común en mí? Es decir, tengo cuarenta y siete años, Snart, y parezco de noventa. Supongo que ya sabrás que mis poderes vienen de algo llamado “La Fuerza de la Velocidad”. Si dedujiste tú solo mi identidad secreta, habrás investigado eso también, ¿no? Bueno, lo que nadie sabe de la fuerza de la velocidad es que una vez que entras en ella, jamás puedes salirte. Todo sucede mucho más rápido de lo normal para mí, Lenny. ¿El sexo? Una porquería… La digestión… La vida… Estoy muriendo, envejeciendo a una velocidad monstruosa sin poder hacer nada al respecto. No hay lugar para mí en este nuevo mundo. Para ninguno de nosotros, Snart. Ya no eres el Captain Cold, al menos no el que yo conocí. Fíjate en esto, tu pistola congelante falló. ¡Por el amor de Dios, Leonard! ¡Te redujo un jovencito! ¿Si extraño los viejos tiempos? No sé… Tampoco es que me importe demasiado. Nuestro tiempo pasó, supéralo.
Leonard Snart abrió la boca como para decir algo, pero la visión de ese anciano le pareció tan apagada y sincera que sólo pudo agachar más la cabeza.
-Así termina todo, ¿eh?- dijo luego, sin despegar la vista del suelo-. Si no soy más el Captain Cold y tú ya no eres Flash, entonces, dime, ¿qué somos?
-Dos ancianos viviendo tiempo prestado, Lenny-. Una sonrisa cansada y cargada de lástima escapó de esa boca surcada de arrugas-. Ruinas de un tiempo fabuloso.