1
Invasión
UNO
Tundra de Cetonia.
Es de noche, el viento frío
acarrea la nieve de la tundra cetonesa. En el medio de ese inmenso y estéril
manto blanco se levanta una torre metálica, aún más fría que el clima, una mole
carente de alma, el triunfo de la ciencia sobre la naturaleza. Sus múltiples
ventanas brillan con las luces del interior; ojos rectangulares y estáticos,
ojos de muertos. Fuera, custodiando la entrada principal, están apostados dos
centinelas, vestidos con los genéricos uniformes de la Zigmund Company,
enterizos negros con el logotipo de la empresa dentro de un círculo rojo
impreso sobre sus pechos. Con tan escasa ropa se esperaría que sintieran frío,
pero claro, los cyborgs no tienen frío. Con casi el sesenta por ciento de sus
cuerpos compuestos por prótesis metálicas, sus sistemas nerviosos ya no
perciben conceptos humanos como “temperatura”. No obstante, hay otros
pensamientos humanos que persisten aún después de “la mejora” (así llaman los
científicos e ingenieros de la compañía al proceso de suplantar las partes
orgánicas por elementos sintéticos cibernéticos); el tedio es algo que
sobrevive en muchos de los soldados. Allí, sosteniendo dos ametralladoras,
estos dos guardianes ven las horas sucederse con la monotonía que supone su inútil
tarea.
-Nada de esto tiene sentido
alguno- dice de pronto uno de ellos con una voz sorprendentemente humana,
revelando que aún posee un aparato de fonación biológico-. No lo tenía hace
siete horas. Seguirá sin tenerlo dentro de doce.
-¿A qué te refieres?-
pregunta el otro, más artificial, menos humano.
-A que estamos en medio de la
nada- señala el primero con un suspiro-. Cetonia es una tumba helada. Nadie en
su sano jui…
De pronto el sonido de alarma
dentro de sus cabezas (uno de los tantos regalos de “la mejora”).
-Forma de vida orgánica
detectada- informa el menos humano-. Determinando posición. Posición
localizada. El sujeto se acerca hacia nosotros. Determinando naturaleza del
sujeto.
-¿Qué demonios?...
Lo ven acercarse, una especie
de hombre vestido con un overol de jeans sobre su piel de color anaranjado, va
descalzo sobre el helado terreno, caminando graciosamente como si el clima no
lo afectara. En la cabeza lleva un peculiar casco, una escafandra con antenas
de un material plateado.
-Naturaleza alienígena-
continúa el centinela, acariciando nerviosamente su arma de fuego-. Buscando
identidad del sujeto mediante conexión al archivo central. Conexión
establecida. Buscando…
-¡Eh! ¡Quieto ahí!- grita el
otro centinela-. ¡Está usted entrando a propiedad privada, amigo! ¡Tengo
autorización de aplicar fuerza letal sobre cualquier intruso y no dudaré en
hacerlo! ¡¿Me oye?!
-Identidad del sujeto
comprobada. Übermensch conocido como Space Orange Boy. Habilidades: resistencia
física sobrehumana, capacidad de alterar su tamaño, peso, masa y volumen.
Inteligencia equivalente a la de un humano regular de dos años de edad. Nivel
de amenaza: uno punto cinco. Iniciando protocolo de neutralización. Ejecutar.
-¡Quieto!-. El soldado se
vuelve a mirar a su compañero, éste asiente con la cabeza y el primero imita el
gesto-. ¡Hora de morir, zoquete!
Un destello furioso ilumina
la noche y el sonido repetitivo de las balas produce una sinfonía absurda. Una
lluvia de plomo impacta contra el intruso al tiempo que una nube de polvo con
olor a pólvora se eleva hasta perderse en el éter.
Entonces los guardianes
descubren algo: no sólo el tedio persiste después de ser sometidos a las
operaciones, también lo hace el terror. Al menos eso cree estar sintiendo el
más humano de los dos soldados al ver que la criatura a la que creían haber
acribillado se mantiene en pie, aplaudiendo, saltando y riendo
estrepitosamente. Sólo han dañado su ropa. El miedo recién empieza. Para cuando
la criatura crece hasta alcanzar un tamaño cercano al de la torre misma, ambos
cyborgs se reconocen más humanos que nunca.
De pronto dos inmensas manos
rodean sus cinturas y los elevan por los aires. Uno de ellos grita, el otro
farfulla de manera indefinida y mecánica la palabra “error”. La criatura los
golpea uno contra el otro, los sacude, y en ningún momento deja de sonreír. Se
escucha una explosión en una de las ventanas superiores y antes de morir a uno
de los centinelas se le presenta una revelación. Todo esto no ha sido más que
una distracción. Alguien más ha invadido la fortaleza impenetrable de la
Zigmund Company. Una carcajada que antecede a un nuevo golpe, esta vez contra
el suelo helado, de un frío para ellos imperceptible. “Error”. Las luces se
apagan. La criatura se sienta y juega alegremente con sus muñecos rotos.
DOS
En el interior, un ejército
de cyborgs ve cómo dos hombres destrozan el vidrio de una de las ventanas e
ingresan de un salto a la torre. Uno de ellos es un sujeto de unos cuarenta y
tantos años, de rostro fiero y largos bigotes; lleva las orejas perforadas y
con discos lobulares negros, un pañuelo morado con un Jolly Rogers blanco
estampado en él le adorna la cabeza. El otro invasor es un hombre calvo de
rostro anguloso y unos cuantos años menos, lleva sobre las espaldas y sostenido
por correas un pequeño ataúd. Ambos están vestidos con gruesos abrigos como
para soportar el agresivo clima de Cetonia. Al encontrarse con la multitud de
ojos que los observan, se dedican una mirada el uno al otro y sonríen mientras
asienten con las cabezas.
-Amenaza übermensch
detectada- dice una voz artificial en algún lugar-. Ejecutar protocolo de
neutralización.
-Ve y encuéntralo- le dice el
calvo a su compañero-. Yo me encargo de estos pelmazos.
-Confío en que así será. Si
tienes problemas, no dudes en usarlo- dice el otro, señalando hacia el ataúd
para luego darle la espalda a su compañero y echarse a correr hacia los
enemigos. Cuando parece que va a impactar contra ellos, su cuerpo se transmuta
a una forma líquida, se escabulle entre los pequeños espacios y vuelve a asumir
su forma sólida una vez sorteados los obstáculos.
Los cyborgs, confundidos, se
miran entre sí. Un grupo se resuelve a seguir al fugitivo, los otros centran su
atención en el que ha quedado atrás; éste les sonríe con visible altanería.
-¿Listos para jugar, chicos?-
pregunta el calvo, dejando caer el ataúd al suelo (que golpea pesadamente; de
su interior parece emerger algo similar a un grito) junto con su abrigo,
revelando que debajo lleva un traje casi idéntico al de los soldados, sólo que
sin insignia que lo identifique-. Pues juguemos entonces.
El que ha quedado adopta una
postura de combate y pronto se ve rodeado por un gran número de híbridos
tecno-orgánicos. “Qué mal”, piensa, “esto es injusto… para ellos.”
TRES
-Sujeto identificado-. Otra
vez la voz-. Humano modificado genéticamente. Nombre real: desconocido. Nombre
clave: Changing Tim. Habilidad: metamorfo. Nivel de amenaza: dos.
-¡¿Dos, de verdad?!- suspira
ofuscado el calvo-. ¡Qué mal! ¡Creí que ustedes sabrían mi verdadero nombre y…!
¡Zas! Alguien lo ha atacado
con un objeto cortante, apenas ha logrado esquivarlo. Le han abierto una herida
poco profunda en la mejilla, la sangre tibia se escapa. Ve a su atacante, en
vez de mano derecha ostenta un sable de metal. Paneo rápido. Ninguno lleva
armas de fuego, quizá para evitar daños estructurales innecesarios. Mejor. Más
a su favor. Tiempo de hacer su gracia.
-Eso no fue muy amable,
muñeco-. Los ojos se le vuelven rojos, está enfadado-. ¡No fue para nada
amable!
Su cuerpo crece en tamaño y
musculatura, su rostro cambia completamente. Ahora mide aproximadamente dos
metros y medio y su cabeza ya no es humana, sino de águila. Lanza un grito
furioso, un par de cyborgs chisporrotean; la frecuencia ha dañado sus
circuitos. Los que aún se mantienen en pie se abalanzan sobre él, lo rodean.
Logra dominar a unos cuantos, pero no tarda en reconocer que aún con sus
poderes lo superan en fuerza. Muy a su pesar llega a la conclusión de que para
equilibrar las cosas de “usarlo”. Se dirige hacia el ataúd y retira una tira de
papel que está adherida a la tapa y que ostenta unos símbolos extraños; la tapa
del cajón sale disparada por los aires y una figura de baja estatura emerge del
interior.
Los cyborgs lo miran, una
especie de hombre pequeño, de ojos raros y cabellos parados… Viste una
gabardina negra sobre una remera negra, pantalones de cuero y unas botas de
caña alta, todo en tonos oscuros. Sus manos están enguantadas y en el cuello se
puede ver un collar lleno de espinas. Este particular individuo sonríe y deja
al descubierto dos largos y afilados colmillos.
-¡Aquiiiiiiiiiií está Otsu!-
grita, señalando a los cyborgs con el dedo índice de su mano derecha.
La criatura con rostro de
águila lo mira y menea negativamente la cabeza. Suspira. Realmente no quería
llegar a eso.
CUATRO
-Sujeto identificado:
vampiro-. Informa la voz mecánica-. Nombre real: Otsu Nikteros IV. Habilidades:
reflejos aumentados, fuerza sobrehumana, manipulación de animales. Nivel de
amenaza: dos punto cinco.
-¡Dos punto cinco!- exclama
enojado el vampiro-. ¡¿Quién demonios les ha estado actualizando el archivo?!
¡Debo ser al menos un once!... En fin, ¡al menos le gané al pelón!
-Concéntrate- lo reprime el mutante-. Estamos aquí por algo
importante.
-¡Hey, no me digas lo que
tengo que hacer!- grita enfurecido el otro-. ¡Soy el personaje más genial de
esta historia! ¡Lo sabes! ¡Todos aman a los vampiros!
-Bueno- se encoge de hombros
Changing Tim-, para ser honestos, a mí me hubiese gustado más que Bella se
quedara con Jacob; la trataba mejor, ¿sabes?
-Eliminar intrusos-. La voz
los devuelve a la realidad y evita un enfrentamiento entre ellos.
Ahora son dos. Son rápidos.
Son letales. Destrozan a los cyborgs sin piedad, con placer, en un estallar de
violencia, algo animal. Pronto sólo quedan despojos de carne y metal, sangre
mezclada con aceite.
-¡Qué desperdicio!- exclama
Otsu mientras patea una cabeza cercenada-. ¡No puedo alimentarme de estas
cosas!
-Rápido, debemos reunirnos
con el pirata-. Changing Tim vuelve rápidamente a su forma humana, se coloca el abrigo y se calza el ataúd sobre
la espalda.
-¡Ni se te ocurra que voy a
volver ahí, amigo, acabo de salir!- protesta el vampiro.
-No lo hagas- otra vez se
encoge de hombros el mutante, luego le muestra el papel en su mano, ese, el de
los símbolos extraños-. Pero recuerda cómo son las cosas.
-¡Maldito cabeza de rodilla!-
grita enfurecido el pequeño vampiro-. ¡Uno de estos días recuperaré mi libertad
y tú y ese Village People de segunda serán mi plato principal y mi postre!
-Andando- sonríe Tim, a veces
Otsu resulta muy gracioso.
CINCO
-Sujeto identificado: humano
místico.
El pirata se mueve con
gracia. Cambia su forma de líquida a sólida según sus necesidades. Los cyborgs
empiezan a desconcertarse. No saben qué hacer con él. Parece imparable. No deja
de avanzar.
-Nombre: Ronan Upton. Nombre
Clave: Almost Forgotten Pirate (AFP). Habilidades: Licuefacción…
Quieren dañarlo y su cuerpo
es de agua.
-… manipulación de la
realidad…
Se vuelve sólido y en sus
manos se materializan espadas. Los rebana como si fueran de papel.
Lo hace bien. Es un experto.
Aún así, los soldados de la Zigmund Company tienen sus trucos. Son muchos, se
las ingenian. Uno ha logrado acercarse por atrás sin que el pirata lo notara.
Para cuando el hombre se percata del hecho, ya es demasiado tarde. El frío del
acero le atraviesa la espalda hasta salirle por el pecho. No hay tiempo de
volverse líquido. Sus manos tiemblan, deja caer las espadas, éstas desaparecen
antes de tocar el suelo, se desploma pesadamente sobre los escalones, a medio
camino de aquello que había venido a buscar. Siente que se le nubla la visión.
Y luego nada…
-¡Ahí tienes, maldito chorro
de agua!- grita jubiloso quien le ha acertado el golpe falta; del filo de su
arma aún gotea la espesa sangre del pirata-. ¡Objetivo neutralizado!
Todos comienzan a vitorear.
Han derrotado a uno de los enemigos, al imposible, los demás serán pan comido.
Es una fiesta. Pero la fiesta dura poco. Un centenar de espadas se materializa
de la nada para atacar a los soldados. Están muertos antes de comprender la
verdad.
El pirata se pone lentamente
de pie. La herida en su cuerpo ha desaparecido al igual que las espadas
asesinas. De no ser por el hueco en sus ropajes y los cuerpos destrozados a sus
pies, es como si nada hubiese pasado.
-… inmortalidad- continúa la
voz-. Nivel de amenaza: tres.
-Tres- repite el pirata
mientras ve llegar a Changing Tim y a Otsu. Les levanta la mano y les dedica
una sonrisa.
-Creí que ya lo tendrías
contigo- señala Changing Tim.
.Sí, bueno, tuve unas
pequeñas complicaciones- responde el pirata, tocándose el hueco en la tela-.
Veo que tuviste que sacar a la alimaña- señala jocosamente, apuntando con el
dedo índice hacia Otsu.
-¡Estúpido lago bípedo!-
insulta el vampiro-. ¡Uno de estos días voy a hacer una sopa contigo!
El pirata sonríe, se vuelva a
observar a una puerta cerrada al final de la escalera.
-Está allí- informa.
-¿Entonces qué esperamos?-
pregunta el mutante.
-¡A por él!- grita Otsu,
empujando a los otros y adelantándose.
SEIS
Dentro de la habitación, un
pequeño robot plateado y con botones rojos en su pecho va y viene frente a una
inmensa computadora. Aprieta botones, jala palancas, examina el monitor. Si un
robot es capaz de estar preocupado, éste definitivamente lo está.
-¡Refuerzos!- grita al
micrófono mientras observa la pantalla-. ¡Refuerzos! ¡Ejecutar programa de preservación!
¡Objetivo primordial: unidad de almacenamiento de datos número sesenta y
siente, Camera!-. Pero nadie viene. El monitor sólo muestra restos
cibernéticos. Los intrusos están cada vez más cerca. Pronto llegarán hasta él.
Es inevitable. Pero este es un robot complejo, a pesar de su simple diseño que
lo hace parecer una batería con extremidades y cabeza. Casi tan complejo como
un ser humano. Tiene esperanzas. Esperanzas inútiles-. ¡Refuerzos!
¡Refuerzos!-. Escucha los pasos subiendo por los escalones. Siente miedo. Es un
robot de lo más complejo, sí señor. Los oye y sabe que las cosas no están
bien-. ¡Refuerzos! ¡Ejecutar programa de preservación!-. Escucha los golpes
detrás de la puerta, cómo ceden los goznes. Sabe que está perdido. Cuando la
puerta finalmente cae y los tres sujetos ingresan, se reafirma su condenación.
Se encuentra deseando que lo hubiesen construido como un robot de combate. Se
encuentra deseando no desear nada en absoluto. Por primera vez desde su
creación, le gustaría ser menos humano, más insensible. Si pudiera transpirar,
lo haría. Tiene miedo-. Alguien…
-Hola, muñeco- saluda el
calvo, los otros dos lo contemplan al robot con expresiones taimadas.
SIETE
Se miran. Se estudian. El
pirata da un par de pasos, el robot retrocede hasta quedar pegada su espalda
contra la inmensa computadora. El hombre sonríe. Tras él, el sujeto calvo se
cruza de brazos y el de los pelos puntiagudos se pasa el pulgar a la altura del
cuello en señal de amenaza.
-Estamos buscando algo-
informa de pronto el pirata-. Si colaboras con nosotros, todo será mucho más
fácil.
-No… no sé cuáles sean sus
intenciones- balbucea el robot, sonando cada vez más humano, como si fuera un
niño asustado-. Pero les advierto que si le hacen algo a esta computadora habrá
serias consecuencias.
-¿Y cuáles serían esas
consecuencias, R2?- pregunta el vampiro sarcásticamente-. ¿Mojarás tus
pantalones con aceite?... Momento, ¡ese chiste no sirve! ¡Ni siquiera tienes
pantalones, bastardo!
-Bu… bueno… yo…-. Más
balbuceo.
-Como sea, no vinimos aquí
por la computadora- intercede el calvo-. Sería un tanto incómoda para
transportar por ahí incluso para nosotros, ¿no lo crees?
-Entonces…
-Hemos venido por ti, unidad
de almacenamiento de datos número sesenta y siete-. La voz del pirata tiene un
timbre similar al de un trueno solitario que corta la noche más oscura-.
Camera, ¿no es así?
-A… - su sistema integrado le
indica que el pánico está próximo a dominarlo. Quiere encontrar una solución a
su predicamento, pero lo han programado para ser tan humano que sus comandos
tropiezan unos con otros. “Estamosjodidos.exe”-. ¡¿A mí?! ¡¿De qué podría…?!
-Dicen que eres la base de
datos portátil más completa de todo el mundo- dice Changing Tim-. Algo así como
una Wikipedia con patas. También dicen que eres un radar de rango “S”, capaz de
localizar cualquier cosa en cualquier parte.
-¿En serio?- pregunta Otsu,
sin dejar de mirar al robot-. Para mí
parece un cesto de basura. ¿La princesa Leia no andará por aquí, no, amiguito?
-Yo… yo no tengo idea de lo que
se proponen, pero…
-Es sencillo- interrumpe el
pirata-. Queremos que viajes con nosotros. Necesitamos que nos ayudes a
encontrar a Wizard X. Podemos hacer esto por las buenas o… bueno- se encoge de
hombros-, digamos que es preferible que lo hagamos por las buenas.
¿Wizard X? ¿Será posible?
¡Por el Grandísimo 010101! ¡Estos tipos realmente tienen quemado el procesador!
-Mi… miren, amigos-. No son
sus amigos, lo sabe, pero es lo único que se le ocurre, los demás vocativos
parecen habérsele encriptado-. No quiero desilusionarlos, pero…
¡Crash! Un terrible golpe
sacude la torre. El robot se voltea en la dirección en la que ha tenido lugar
el impacto y contempla con horror que un inmenso puño ha abierto un agujero en
la pared. La mano se retira y una monstruosa cabeza encasquetada se asoma y
llena el recinto con una risa infantil.
-¡Por todos los Santos
Software de Microsoft!- se sobresalta el robot e inmediatamente siente cómo el
pirata lo toma por la cintura y lo acomoda entre su axila y sus caderas,
formando un arco con el brazo-. ¡¿Qué…?!
-Parece que no te quedan
muchas opciones, amiguito- señala el pirata, sonriendo. Se vuelve hacia los
otros-. ¡Andando! ¡Salimos para ver al
mago, Hombre de Hojalata![1]
La gigantesca mano vuelve a
aparecer; una palma extendida recibe a los tres hombres y al robot cautivo. Es
de noche, el viento frío acarrea la nieve en la tundra cetonesa. Hubo una
invasión. Comienza una aventura.
OCHO
Mientras
el robot es cargado en una especie de galeón-nave interdimensional, no muy
lejos de ahí (lo suficiente como para ser testigo sin ser detectado), una
especie de cabina telefónica azul aparece. Dos figuras la abandonan, hombres de
una Tierra diferente. Ven a la nave de los otros desaparecer en el espacio que
une a todos los Universos.
Uno de
ellos frunce el entrecejo.
-¿Deberíamos
informar al Alto Consejo?- pregunta aquel que parece demostrar cierto dejo de
preocupación; su nombre es Nicolás Galantini.
-No-
responde lacónicamente el otro, el que responde al nombre de Víctor Sánchez-. Aún
no. Dejemos que las cosas fluyan. A lo mejor nos lleven a algún lugar
interesante.
-De
acuerdo- asintió el otro, aunque no parecía muy convencido-. A lo mejor… a lo mejor
la próxima vez podamos ver a Flash, ¿no?
-Sí,
puede ser- suspiró el muchacho-. Miles de millones de universos y nunca nos
cruzamos con ningún Flash.
Se
volvieron hacia la cabina telefónica, entraron, y desaparecieron ellos también
entre las caóticas ondas de todas las existencias.
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