jueves, 4 de abril de 2013

Superman: Lost Love



¡Miren, ahí arriba, en el cielo! ¡Es un pájaro! ¡Es un avión! ¡No! ¡Es Superman! ¡Hey! ¿Nunca escucharon estas líneas? Bueno, yo sí, y desde que soy niño me he hecho la misma pregunta: ¿tan mal ve la gente de Metrópolis? Es decir, ya confundir un pájaro con un avión es un síntoma de que tu vista está, cuando menos, comprometida; pero si encima confundís un avión con un tipo vestido de azul, con un calzón rojo sobre una calza ajustada, una capa (roja, también, sumamente discreta, capaz por eso no lo ven claramente) y una enorme “S” mal caligrafiada en su pecho, entonces, mejor que vayas pensando seriamente en ir a ver a tu oculista, macho.
O sea, ¿cómo carajos uno va a confundir con un pájaro o un avión a semejante cosa? Sería algo así, para que tengan una idea:
-Hey, Cybil, no vas a creer lo que vi hoy al salir del trabajo; a uno de esos pájaros sin plumas y aspecto humano que van usando los calzones de fuera.
-Si eso te pareció raro, entonces escucha lo que yo he visto; uno de esos aviones nuevos que tienen aspecto de fisicoculturista en carnaval.
Gente, es un tipo que vuela, no es algo que uno vea todos los días. Es como si no hubiese oculistas en Metrópolis… Pero debería haberlos, es decir, Clark Kent (Superman en un elaborado disfraz que consiste en peinarse para atrás y ponerse unos lentes, cosa de lo más innecesaria, a mi parecer, pues tranquilamente podría decir que es un pájaro o un avión y la gente de su ciudad se lo creería) usa anteojos. Qué irónico, el único que sabe que no es ni un pájaro ni un avión es, también, el único que se toma la molestia de ir a ver al oculista.
Me pregunto qué diría la gente de Metrópolis al ver a otros superhéroes:
“¡Miren, ahí, trepando ese edificio! ¡Es un gato! ¡Es una motoneta de tracción vertical! ¡No! ¡Es Batman!”
“¡Miren, ahí, ese tipo verde con aspecto de marciano! ¡Debe ser un perro! ¡Para mí que es un Fiat Palio, che! ¡No! ¡Es el Detective Marciano!”
En fin, volvamos a Superman, ese tipo que puede hacer de todo y elige hacer el bien (¡FAH!). Como todos saben, Superman es una creación de Jerry Siegel y Joe Shuster, dos artistas que, siguiendo su tradición judía, tomaron el mito de Moisés y lo elevaron a la máxima potencia. La fantasía de dos chicos tímidos y remilgados, oí por ahí una vez; un superhombre capaz de hacer cosas que nadie más podía.
Ahora, también se ha dicho que el gran cruzado azul representa el espíritu de grandeza de los Estados Unidos, hecho que se ve reflejado más de una vez en los cómics (y de hecho, la vieja serie animada decía que Superman luchaba por “la verdad, la justicia y el estilo de vida (norte)americano”).
Particularmente, creo que la mejor definición que le calza a nuestro primer superhéroe es la que utiliza Alan Moore para referirse a otro superser: “Dios existe y es americano” (si no cazan la referencia, estamos hablando del Doctor Manhattan en Watchmen). Sí, de todos los superhéroes que andan dando vueltas, Superman es el único que puede ser tomado como un dios, es él quien da origen a todos los demás, creados a su imagen y semejanza o diametralmente opuestos (qué inteligente soy, usé la palabra “diametralmente”). Es más, si ignoramos su origen judío, Superman es casi un Jesús moderno, un dios que se hace hombre para que nosotros lo podamos entender, que llegado el momento estará dispuesto a morir por nuestros pecados. Super… pero hombre a fin de cuentas, con sus pasiones, sus locuras, sus falencias.
¿Y a qué viene todo esto? Bueno, a que recién ahora estoy leyendo una colección de Superman que compré allá por el año 2008 (no soy fan del personaje, hay que decirlo) y me ando encontrando con historias, cuando menos, llamativas, como, por ejemplo, Lost Love, de la que voy a hablarles hoy.
Superman: Lost Love está escrita y dibujada por John Byrne, hombre responsable de la imagen “Post-Crisis” del kryptoniano (en otro momento, tal vez, hablemos de qué es esto de “Pre” y “Post” Crisis).
Abro un paréntesis acá para decir que, hasta ahora (número 13 de esta colección editada por Planeta- la llamada Las aventuras de Superman, primera edición 2006), la etapa Byrne me parece, en general, un tanto aburrida; el otro día me mataron cuando dije eso, pero seamos realistas, lo que leí hasta este momento era siempre lo mismo: Superman descubre que hay un alien escondido en Metrópolis y se enfrenta a él, ganando siempre de una forma estrambótica (¿cuántos extraterrestres puede haber atrapados en la Tierra… por qué todos terminan en Metrópolis y hablan en inglés?)… Pero cuando encuentro algo que me gusta, lo celebro (una historia con Big Barda que implica porno amateur u otra con Batman y unos vampiros). Y Lost Love, aunque inocente y de desarrollo apresurado, me gustó bastante.
¿De qué va la historia? De los años de estudiante universitario de Clark Kent y u romance con una misteriosa joven llamada Lori Lemaris. Ojo, a partir de acá, todo lo que sigue está lleno de SPOILERS (un término adoptado por nosotros que viene a ser algo así como cuando te cagan el final de una película).
La historia comienza con Superman reuniéndose con un telépata llamado Ronal a orillas de un mar sumamente picado. Inmediatamente se nos informa que el kryptoniano odia al tal Ronal por haberlo alejado de Lori Lemaris, a quien amaba. Ronal le informa (y nos informa) que lo ha mandado a llamar para conmemorar el aniversario de la muerte de Lori. El telépata ha traído al “mejor poeta del mundo” (que no es ni Neruda, ni Benedetti, ni Belén Francese) para que escriba una canción sobre la historia de amor entre Superman y la difunta homenajeada. El gran hombre azul accede y comienza a narrar lo que aconteció tiempo atrás.
Un día como cualquier otro, Clark Kent (sin anteojos y con una melena al viento; todavía nadie lo confundía con un pájaro o un avión, pues aún no había adoptado la identidad de Superman) estaba boludeando en el patio del Campus cuando de repente apareció una hermosa chica en silla de ruedas cayendo por una pendiente más rápido que Flash con patines. El joven Clark, decidido a ayudarla, pero temeroso de usar sus habilidades de vuelo para alcanzarla (y ser confundido con un pájaro o un avión), idea un plan infalible: derretir las gomas de la silla con su visión calorífica, así las ruedas se pegarían por el suelo y la pobre minusválida en apuros (o maldita lisiada, en lenguaje “Soraya Montenegro”) saldría volando hasta caer suavemente en los brazos musculosos y cargados de energía masculina y pasión varonil de nuestro apuesto semental (perdón, se me cruzó una lectura de Corín Tellado que estoy llevando adelante: la chabona cae en los tubos del pibe Superman),
Cuando Clark quiere explicar lo acontecido, la mina le sale con una teoría sobre la velocidad y la fricción que a ambos les suena más falso que el discurso de Menem sobre las naves estratosféricas, pero que Clark, atraído por el acento “extranjero” de la chica (a esta altura supongo que no hace falta decir que es Lori Lemaris), acepta esto y le da la razón.
Bueno, Clark se enamora de Lori y no la ve por una semana más o menos, hasta que no va que se la encuentra justo en una excursión de la clase de biología a un acuario flotante conocido como “El Arca”. Interludio romántico, que pim, que pam, que pum; Lori le pregunta a Clark por qué quiere ser reportero, el muchacho se alegra de ver que ella lo ha estado investigando; por pensamientos del joven vemos que lo hace para estar al tanto de lo que pasa en el mundo y cómo podría ayudar con sus poderes.
Una “cita” de lo más embolante, pero lo suficientemente entretenida para la parejita como para que Clark no notara que un remolcador estaba a punto de hacerse mierda contra el flotante. Lori estaba diciendo algo sobre la pena que le daban los peces en cautiverio cuando, ¡pum!, el remolcador se ensarta de lleno contra el flotante.
Desesperados, Clark ve cómo poner a salvo a Lori y ella parece más preocupada por la seguridad de los peces. El muchacho saca a la piba del flotante y luego se arroja al río con la intención de salvar al flotante desde abajo, empujando el remolcador vacío, haciéndolo explotar y encallando el arca en muelle seco. Una vez resuelto este asunto, Clark sale a la superficie y ve, horrorizado, cómo Lori se arroja al río con las piernas envueltas en una manta. Sin dudarlo, va hacia ella y la encuentra prisionera de un pulpo gigante que se había escapado del acuario. Para sorpresa del muchacho, Lori y el pulpo parecen estar entablando una conversación y luego la criatura se marcha sin el menor indicio de violencia. Según la chica, el pulpo se había asustado por la presencia de Clark y había nadado en busca del mar. Al muchacho le llama la atención que la piba haya saltado, se dan explicaciones vagas sobre el motivo por el cual saltó y cómo es posible que no se le haya caído la manta que cubre sus piernas. Lori dice que ambos tienen secretos y le hace prometer a Clark que nunca jamás mirará sus piernas. Él se lo promete. Comparten un apasionado beso y comienzan un romance que pronto es la noticia jugosa de la universidad.
Pasan tres meses y Clark, que aún no le ha visto las piernas a Lori (sí, tres meses de noviazgo sin verle las piernas, hay que decir que Superman es bastante lento con las mujeres… Ojo, visto desde otro punto de vista, esto podría ser bueno para sus parejas, ya que me imagino que la eyaculación del kryptoniano debe tener la fuerza de un disparo de Magnum .45 a quemarropa), decide pedirle matrimonio a orillas del mar. Ella lo rechaza, le dice que no puede darle los motivos, pero que de verdad no pueden estar juntos. Clark, más humano que nunca, se va a la mierda con la idea fija de que Lori tiene a otro tipo. Con esto en mente empieza a revisar el tráiler donde vive la muchacha y termina descubriendo la verdad, Lori es una sirena que anda en busca de la desaparecida Atlantis. Con mucho dolor, Clark acepta el destino y la deja ir, dándole un beso apasionado como despedida.
Tiempo después, Clark, ya Superman, conoce a Aquaman y éste le revela la ubicación de Atlantis. Con esta información, el kryptoniano decide buscar a Lori para darle las coordenadas de la ciudad perdida. Tras una larga búsqueda, Superman da con un marinero loco que afirma haber visto a una sirena en costas cercanas, a la que piensa atrapar viva o muerta. Nuestro héroe va hacia la zona en cuestión y llama a Lori, ésta acude y en el momento del reencuentro, la sirena es apuñalada por la espalda por el taimado marinero. Superman se contiene, y en vez de sacarle la cabeza por el culo al marinero, toma en brazos a su amada herida y la lleva velozmente hacia la ciudad de Atlantis. Una vez allí, son recibidos cordialmente y unos doctores le informan al azuloso que no hay nada que puedan hacer, pero que si quiere falsas esperanzas, hay un doctor nuevo que ha logrado resultados maravillosos con animales. Ni lerdo ni perezoso, Superman hace llamar al joven profesional, un tal Ronal (sí, el mismo telépata del principio), que inmediatamente se hace cargo del caso de Lori Lemaris.
Por meses Superman visita Atlantis para comprobar la evolución de su amada, hasta que un día ésta le comunica que se ha enamorado de Ronal. Furioso, el kryptoniano le echa en cara todo lo que ha hecho por ella y la joven le explica que ambos sabían que su amor era imposible y que ella misma había visto en la mente del hombre a una tal Lois Lane, la mujer indicada para él. Lori le pide un último beso y desaparece, así, de la vida del héroe para siempre.
La historia vuelve al presente, con Ronal informándole a Superman que la canción ya está escrita, que servirá como  una leyenda épica que mantendrá viva la memoria de la difunta Lori Lemaris y que mientras existan las ballenas, será cantada por los siete mares. Una ballena salta y bueh, después siguen unas páginas que introducen un nuevo arco argumental que nada tiene que ver con lo anterior.
¿Les llamó la atención esta historia? ¿Tienen ganas de leerla? Bueno, búsquenla y léanla. A mí particularmente me pareció muy fresca (capaz porque había mucha agua, ¡cuack!). No será oscura y retorcida como las historias que generalmente leo y disfruto, pero un poco de romance en esta vida nunca viene mal.
Tapa original de Lost Love


Bueno, ya veremos qué analizaré después, por ahora, me despido mirando al cielo, viendo pájaros y aviones, tratando de encontrarles parecidos con Superman.

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