¡Miren, ahí arriba, en
el cielo! ¡Es un pájaro! ¡Es un avión! ¡No! ¡Es Superman!
¡Hey! ¿Nunca escucharon estas líneas? Bueno, yo sí, y desde que soy niño me he
hecho la misma pregunta: ¿tan mal ve la gente de Metrópolis? Es decir, ya
confundir un pájaro con un avión es un síntoma de que tu vista está, cuando
menos, comprometida; pero si encima confundís un avión con un tipo vestido de
azul, con un calzón rojo sobre una calza ajustada, una capa (roja, también,
sumamente discreta, capaz por eso no lo ven claramente) y una enorme “S” mal
caligrafiada en su pecho, entonces, mejor que vayas pensando seriamente en ir a
ver a tu oculista, macho.
O
sea, ¿cómo carajos uno va a confundir con un pájaro o un avión a semejante
cosa? Sería algo así, para que tengan una idea:
-Hey,
Cybil, no vas a creer lo que vi hoy al salir del trabajo; a uno de esos pájaros
sin plumas y aspecto humano que van usando los calzones de fuera.
-Si
eso te pareció raro, entonces escucha lo que yo he visto; uno de esos aviones
nuevos que tienen aspecto de fisicoculturista en carnaval.
Gente,
es un tipo que vuela, no es algo que uno vea todos los días. Es como si no
hubiese oculistas en Metrópolis… Pero debería haberlos, es decir, Clark Kent
(Superman en un elaborado disfraz que consiste en peinarse para atrás y ponerse
unos lentes, cosa de lo más innecesaria, a mi parecer, pues tranquilamente podría
decir que es un pájaro o un avión y la gente de su ciudad se lo creería) usa
anteojos. Qué irónico, el único que sabe que no es ni un pájaro ni un avión es,
también, el único que se toma la molestia de ir a ver al oculista.
Me
pregunto qué diría la gente de Metrópolis al ver a otros superhéroes:
“¡Miren,
ahí, trepando ese edificio! ¡Es un gato! ¡Es una motoneta de tracción vertical!
¡No! ¡Es Batman!”
“¡Miren,
ahí, ese tipo verde con aspecto de marciano! ¡Debe ser un perro! ¡Para mí que
es un Fiat Palio, che! ¡No! ¡Es el Detective Marciano!”
En
fin, volvamos a Superman, ese tipo que puede hacer de todo y elige hacer el
bien (¡FAH!). Como todos saben, Superman es una creación de Jerry Siegel y Joe
Shuster, dos artistas que, siguiendo su tradición judía, tomaron el mito de
Moisés y lo elevaron a la máxima potencia. La fantasía de dos chicos tímidos y
remilgados, oí por ahí una vez; un superhombre capaz de hacer cosas que nadie
más podía.
Ahora,
también se ha dicho que el gran cruzado azul representa el espíritu de grandeza
de los Estados Unidos, hecho que se ve reflejado más de una vez en los cómics
(y de hecho, la vieja serie animada decía que Superman luchaba por “la verdad, la justicia y el estilo de vida
(norte)americano”).
Particularmente,
creo que la mejor definición que le calza a nuestro primer superhéroe es la que
utiliza Alan Moore para referirse a otro superser: “Dios existe y es americano” (si no cazan la referencia, estamos
hablando del Doctor Manhattan en Watchmen). Sí, de todos los superhéroes que
andan dando vueltas, Superman es el único que puede ser tomado como un dios, es
él quien da origen a todos los demás, creados a su imagen y semejanza o
diametralmente opuestos (qué inteligente soy, usé la palabra “diametralmente”).
Es más, si ignoramos su origen judío, Superman es casi un Jesús moderno, un
dios que se hace hombre para que nosotros lo podamos entender, que llegado el
momento estará dispuesto a morir por nuestros pecados. Super… pero hombre a fin
de cuentas, con sus pasiones, sus locuras, sus falencias.
¿Y
a qué viene todo esto? Bueno, a que recién ahora estoy leyendo una colección de
Superman que compré allá por el año 2008 (no soy fan del personaje, hay que
decirlo) y me ando encontrando con historias, cuando menos, llamativas, como,
por ejemplo, Lost Love, de la que
voy a hablarles hoy.
Superman: Lost Love
está escrita y dibujada por John Byrne, hombre responsable de la imagen “Post-Crisis”
del kryptoniano (en otro momento, tal vez, hablemos de qué es esto de “Pre” y “Post”
Crisis).
Abro
un paréntesis acá para decir que, hasta ahora (número 13 de esta colección
editada por Planeta- la llamada Las
aventuras de Superman, primera edición 2006), la etapa Byrne me parece, en
general, un tanto aburrida; el otro día me mataron cuando dije eso, pero seamos
realistas, lo que leí hasta este momento era siempre lo mismo: Superman
descubre que hay un alien escondido en Metrópolis y se enfrenta a él, ganando
siempre de una forma estrambótica (¿cuántos extraterrestres puede haber
atrapados en la Tierra… por qué todos terminan en Metrópolis y hablan en
inglés?)… Pero cuando encuentro algo que me gusta, lo celebro (una historia con
Big Barda que implica porno amateur u otra con Batman y unos vampiros). Y Lost Love, aunque inocente y de
desarrollo apresurado, me gustó bastante.
¿De
qué va la historia? De los años de estudiante universitario de Clark Kent y u
romance con una misteriosa joven llamada Lori Lemaris. Ojo, a partir de acá,
todo lo que sigue está lleno de SPOILERS
(un término adoptado por nosotros que viene a ser algo así como cuando te cagan
el final de una película).
La
historia comienza con Superman reuniéndose con un telépata llamado Ronal a
orillas de un mar sumamente picado. Inmediatamente se nos informa que el
kryptoniano odia al tal Ronal por haberlo alejado de Lori Lemaris, a quien
amaba. Ronal le informa (y nos informa) que lo ha mandado a llamar para
conmemorar el aniversario de la muerte de Lori. El telépata ha traído al “mejor
poeta del mundo” (que no es ni Neruda, ni Benedetti, ni Belén Francese) para
que escriba una canción sobre la historia de amor entre Superman y la difunta
homenajeada. El gran hombre azul accede y comienza a narrar lo que aconteció
tiempo atrás.
Un
día como cualquier otro, Clark Kent (sin anteojos y con una melena al viento;
todavía nadie lo confundía con un pájaro o un avión, pues aún no había adoptado
la identidad de Superman) estaba boludeando en el patio del Campus cuando de
repente apareció una hermosa chica en silla de ruedas cayendo por una pendiente
más rápido que Flash con patines. El joven Clark, decidido a ayudarla, pero
temeroso de usar sus habilidades de vuelo para alcanzarla (y ser confundido con
un pájaro o un avión), idea un plan infalible: derretir las gomas de la silla
con su visión calorífica, así las ruedas se pegarían por el suelo y la pobre
minusválida en apuros (o maldita lisiada, en lenguaje “Soraya Montenegro”) saldría
volando hasta caer suavemente en los brazos musculosos y cargados de energía
masculina y pasión varonil de nuestro apuesto semental (perdón, se me cruzó una
lectura de Corín Tellado que estoy llevando adelante: la chabona cae en los
tubos del pibe Superman),
Cuando
Clark quiere explicar lo acontecido, la mina le sale con una teoría sobre la
velocidad y la fricción que a ambos les suena más falso que el discurso de
Menem sobre las naves estratosféricas, pero que Clark, atraído por el acento “extranjero”
de la chica (a esta altura supongo que no hace falta decir que es Lori
Lemaris), acepta esto y le da la razón.
Bueno,
Clark se enamora de Lori y no la ve por una semana más o menos, hasta que no va
que se la encuentra justo en una excursión de la clase de biología a un acuario
flotante conocido como “El Arca”. Interludio romántico, que pim, que pam, que
pum; Lori le pregunta a Clark por qué quiere ser reportero, el muchacho se
alegra de ver que ella lo ha estado investigando; por pensamientos del joven
vemos que lo hace para estar al tanto de lo que pasa en el mundo y cómo podría
ayudar con sus poderes.
Una
“cita” de lo más embolante, pero lo suficientemente entretenida para la
parejita como para que Clark no notara que un remolcador estaba a punto de
hacerse mierda contra el flotante. Lori estaba diciendo algo sobre la pena que
le daban los peces en cautiverio cuando, ¡pum!, el remolcador se ensarta de
lleno contra el flotante.
Desesperados,
Clark ve cómo poner a salvo a Lori y ella parece más preocupada por la
seguridad de los peces. El muchacho saca a la piba del flotante y luego se
arroja al río con la intención de salvar al flotante desde abajo, empujando el
remolcador vacío, haciéndolo explotar y encallando el arca en muelle seco. Una
vez resuelto este asunto, Clark sale a la superficie y ve, horrorizado, cómo
Lori se arroja al río con las piernas envueltas en una manta. Sin dudarlo, va
hacia ella y la encuentra prisionera de un pulpo gigante que se había escapado
del acuario. Para sorpresa del muchacho, Lori y el pulpo parecen estar
entablando una conversación y luego la criatura se marcha sin el menor indicio
de violencia. Según la chica, el pulpo se había asustado por la presencia de
Clark y había nadado en busca del mar. Al muchacho le llama la atención que la
piba haya saltado, se dan explicaciones vagas sobre el motivo por el cual saltó
y cómo es posible que no se le haya caído la manta que cubre sus piernas. Lori
dice que ambos tienen secretos y le hace prometer a Clark que nunca jamás
mirará sus piernas. Él se lo promete. Comparten un apasionado beso y comienzan
un romance que pronto es la noticia jugosa de la universidad.
Pasan
tres meses y Clark, que aún no le ha visto las piernas a Lori (sí, tres meses
de noviazgo sin verle las piernas, hay que decir que Superman es bastante lento
con las mujeres… Ojo, visto desde otro punto de vista, esto podría ser bueno
para sus parejas, ya que me imagino que la eyaculación del kryptoniano debe
tener la fuerza de un disparo de Magnum .45 a quemarropa), decide pedirle
matrimonio a orillas del mar. Ella lo rechaza, le dice que no puede darle los
motivos, pero que de verdad no pueden estar juntos. Clark, más humano que
nunca, se va a la mierda con la idea fija de que Lori tiene a otro tipo. Con
esto en mente empieza a revisar el tráiler donde vive la muchacha y termina
descubriendo la verdad, Lori es una sirena que anda en busca de la desaparecida
Atlantis. Con mucho dolor, Clark acepta el destino y la deja ir, dándole un
beso apasionado como despedida.
Tiempo
después, Clark, ya Superman, conoce a Aquaman y éste le revela la ubicación de
Atlantis. Con esta información, el kryptoniano decide buscar a Lori para darle
las coordenadas de la ciudad perdida. Tras una larga búsqueda, Superman da con
un marinero loco que afirma haber visto a una sirena en costas cercanas, a la
que piensa atrapar viva o muerta. Nuestro héroe va hacia la zona en cuestión y
llama a Lori, ésta acude y en el momento del reencuentro, la sirena es
apuñalada por la espalda por el taimado marinero. Superman se contiene, y en
vez de sacarle la cabeza por el culo al marinero, toma en brazos a su amada
herida y la lleva velozmente hacia la ciudad de Atlantis. Una vez allí, son
recibidos cordialmente y unos doctores le informan al azuloso que no hay nada
que puedan hacer, pero que si quiere falsas esperanzas, hay un doctor nuevo que
ha logrado resultados maravillosos con animales. Ni lerdo ni perezoso, Superman
hace llamar al joven profesional, un tal Ronal (sí, el mismo telépata del
principio), que inmediatamente se hace cargo del caso de Lori Lemaris.
Por
meses Superman visita Atlantis para comprobar la evolución de su amada, hasta
que un día ésta le comunica que se ha enamorado de Ronal. Furioso, el
kryptoniano le echa en cara todo lo que ha hecho por ella y la joven le explica
que ambos sabían que su amor era imposible y que ella misma había visto en la
mente del hombre a una tal Lois Lane, la mujer indicada para él. Lori le pide
un último beso y desaparece, así, de la vida del héroe para siempre.
La
historia vuelve al presente, con Ronal informándole a Superman que la canción
ya está escrita, que servirá como una
leyenda épica que mantendrá viva la memoria de la difunta Lori Lemaris y que
mientras existan las ballenas, será cantada por los siete mares. Una ballena
salta y bueh, después siguen unas páginas que introducen un nuevo arco
argumental que nada tiene que ver con lo anterior.
¿Les
llamó la atención esta historia? ¿Tienen ganas de leerla? Bueno, búsquenla y léanla.
A mí particularmente me pareció muy fresca (capaz porque había mucha agua,
¡cuack!). No será oscura y retorcida como las historias que generalmente leo y
disfruto, pero un poco de romance en esta vida nunca viene mal.
Tapa original de Lost Love |
Bueno, ya veremos qué analizaré después, por ahora, me despido mirando al cielo, viendo
pájaros y aviones, tratando de encontrarles parecidos con Superman.
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